ARTÍCULOS 2021

  

Pasteleo

El Parlament de Cataluña ha necesitado 10 años para aprobar en plazo unos Presupuestos que entrarán en vigor el 1 de enero de 2022. Un acuerdo implícito y/o explícito que evidencia el pasteleo de la política en Cataluña y podría suponer un cambio de alianzas en el horizonte catalán. El pasteleo o así se contemporiza por miras interesadas. El Presupuesto, con sus correspondientes partidas, se aprueba con los votos de ERC y Junts y la abstención de los comunes. Por su parte, el PSC da el no a unos Presupuestos que  –eso dijo la portavoz en sede parlamentaria- “no nos gustan ni nos satisfacen” por “convergentes”. La recuperación del “sector de los negocios” convergentes, dijo la CUP. Pero, los socialistas –pasteleo- no renuncian a su cuota de poder.  Tú me das y yo te doy: ERC, Junts y PSC se reparten a la carta los cargos de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), el Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC), la Autoridad Catalana de Protección de Datos y la Sindicatura de Greuges (el Defensor del Pueblo en Cataluña). El PSC –el partido más votado en las elecciones autonómicas en Cataluña aunque no lo parezca- continúa siendo la muleta del nacionalismo y TVE en Cataluña se esfuerza diariamente en la tarea de emular a TV3. A eso se llama la fiel oposición. Más pasteleo: los comunes de Ada Colau aprueban las cuentas municipales gracias a la abstención de ERC. Todos reciben su correspondiente parte. Un ejemplo de manual de la redistribución del poder.

La aprobación de los presupuestos autonómicos –también, de los municipales- podría implicar un cambio de alianzas políticas en Cataluña. Hasta ahora, la CUP era la fuerza necesaria para mantener la estabilidad del Govern de ERC y Junts. A partir de ahora, se abre la posibilidad de un triángulo –ERC, PSC y los comunes- que podría cuestionar -¿desbancar?- el papel de Junts y la CUP. Un triángulo que permitiría que Pere Aragonès conservara la presidencia de la Generalitat de Cataluña, como mínimo, hasta las municipales de 2023.

(ABC, 31/12/2021)

Vendetta

La destitución de Trapero como máxima autoridad de los Mossos pone al descubierto los pactos y la vendetta independentistas. Añadan el inasumible discurso justificativo de la destitución –relevo generacional, dirección coral, retos, feminización- así como el nulo respeto nacionalista por la autoridad policial.  La destitución –detonante: las cuatro personas fallecidas en el incendio de un local ocupado en la plaza de Tetuán de Barcelona- obedece a la exigencia de la CUP –el Govern existe gracias al apoyo de los antisistema- de diseñar un modelo policial que se aleje de la represión. Más: Trapero, de héroe a traidor en un plis plas, devino una persona incómoda para ERC y Junts. La destitución –probablemente implementada por Oriol Junqueras: la conselleria de Interior está en manos de ERC- sería la vendetta de un independentismo que se la tenía jurada por haber transgredido la omertá nacionalista al romper el silencio y la lealtad que exige el oasis catalán. Cierto: Trapero, según dijo ante el Tribunal Supremo, estaba dispuesto a detener a Carles Puigdemont y sus compinches si la Justicia lo ordenaba. Más: Trapero, reincorporado al cuerpo de los Mossos, presentó sus credenciales -¡en Madrid!- al Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional al tiempo que mantuvo conversaciones con la Policía Nacional y la Guardia Civil.

Detalle que retener: el Govern y el conseller de Interior, a raíz  del viaje a Madrid, se quejaban de la deslealtad de Trapero. Tiene miga que el gobierno que dio un golpe a la democracia, y el conseller que fue desleal al PSC y la legalidad constitucional al coordinar el ilegal Pacto Nacional por el Referéndum, se indignen de la deslealtad de un cargo que se mantiene fiel al orden constitucional. Y si es cierto que el conseller puede elegir a los cargos de confianza, también lo es que Trapero ha sido destituido por manifestar su confianza en el Estado de derecho. El Govern ha ejecutado un 155 a la manera nacionalista: la policía –como la calle- será siempre nuestra.

(ABC, 24/12/2021)

Ensayo

El independentismo catalán añora los tiempos en que la calle era suya. Tomar la calle otra vez, ese es el propósito. Para ello, a la manera de las movilizaciones de los regímenes autoritarios de las primeras décadas del  XX, el independentismo ha formado tres columnas que marcharán hacia el paseo de San Juan de Barcelona, justo delante del TSJC. Aparentemente, una movilización en contra de la sentencia que establece que el 25% de las clases han de impartirse en la lengua española. Eso dice Somescola  –conjunto de entidades nacionalistas que pasará a la historia por haber promocionado el catalán con un eslogan de corte totalitario: “Per un país de tots, l´escola en català”-, organizadora nominal -¿testaferro?- del evento,  en el manifiesto que llama a la movilización contra una  sentencia que es “un nuevo intento de agresión”, una “intolerable intromisión de los tribunales”, un conjunto de “argumentos falsos y peligrosos” que “no representa un caso aislado”. Somescola avisa que “seguirá con el trabajo puesto en marcha hace diez años, para coordinar a todas aquellas personas y entidades que se comprometen a actuar de manera activa en ayuda del modelo educativa catalán, sea con movilizaciones, acciones en los centros y las calles, y ayuda a los centros educativos y docentes”. Eso, porque el modelo de escuela catalana –ahora en peligro- es fruto del “consenso social” cuya finalidad es la construcción de “una sociedad más cohesionada, democrática y libre”.

La movilización soi-disant educativa es un primer el ensayo de laboratorio para tomar la temperatura a un independentismo desmovilizado tras el engaño, fracaso e implosión del “proceso”. No se trata de recalentar a la fiel infantería secesionista con/por la cuestión de la lengua, sino de usar la lengua como reclamo que recalienta y excita al independentismo con el lugar común de la infinita represión del Estado que solo podría evitarse –como señala Somescola- con una sociedad democrática y libre. Es decir, con la República catalana.

(ABC, 17/12/2021)

Extravío

El independentismo catalán –como las folclóricas de los años 50 y 60 del siglo pasado- se debe a su público. Por eso, insiste y persiste en la represión del Estado, en la internacionalización del “proceso”, en el 1 de Octubre, en exhibir a los políticos presos indultados y a los “exiliados”, en la amnistía, en el derecho a decidir del pueblo catalán, en el referéndum –pactado o unilateral- de autodeterminación, en el Consejo de la República, en la República Catalana  y en lo que convenga según sea la coyuntura, el interés del momento o –como decíamos al inicio- el público que escucha y aplaude.  

En cualquier caso, lo que domina –de forma subrepticia- en la proclama del independentismo catalán es la idea de la “acumulación de fuerzas”. Una manera de afirmar que lo “volveremos a hacer”. Y, como dicen algunos de los líderes independentistas, “lo volveremos a hacer mejor”. ¿Cómo? No se sabe. Nadie se atreve a explicitar –suponiendo que exista: mucho suponer- esta nueva y mejor manera de hacer independentista que –hay que suponer- contará también con la nueva y mejor réplica del Estado de derecho y la legalidad democrática. Por el momento, el independentismo catalán parece conformarse –de la necesidad, virtud: no queda otro remedio- con la dicha acumulación de fuerzas. ¿Cómo acumular fuerzas? Tampoco se sabe. Vale decir que, a tenor de las elecciones autonómicas en las cuales el bloque independentista perdió centenares de miles de apoyos, y en buena medida se salvó gracias a la ley electoral, y a tenor también de las encuestas del propio CEO que detectan un descenso estadístico de la consciencia independentista; todo ello –sumen la situación de la economía catalana-, permite sostener que la teoría de la acumulación de fuerzas independentista no deja de ser una hipótesis –sigue la ficción y la ensoñación secesionista- entre otras muchas que se podrían plantear. Cosa que no implica, ni mucho menos, que el independentismo caiga, de nuevo, antes o después, en el extravío que le caracteriza

(ABC, 10/12/2021)

Asedio

El discurso de Pere Aragonès, presidente de la Generalitat de Cataluña: amnistía y autodeterminación. Y así, sin solución de continuidad, hasta la extenuación. Dos hipótesis interpretativas que, de hecho, se complementan: la hipótesis política y la hipótesis psicológica.

La hipótesis política señala que el discurso monocorde de Pere Aragonès obedece a la necesidad que tiene el líder republicano de marcar perfil ante el secesionismo. El presidente de la Generalitat de Cataluña tiene un miedo cerval a que le etiqueten como el gran traidor de la causa independentista. Para defenderse de tan grave acusación, para defenderse frente a quienes dicen que la mesa de diálogo solo favorece la estabilidad del Gobierno a cambio de medio plato de lentejas, para defenderse ante los que sostienen que lo que busca ERC con la mesa no es otra cosa que la consolidación del poder con el anzuelo de la negociación que nunca llegará; para defenderse de todo ello, Pere Aragonés recita, una y otra vez, el mantra de la amnistía y la autodeterminación. Y como Junts no se lo cree, Pere Aragonès adorna el pastel con un  “a tu lado, presidente” que dirige con lagotería al prófugo Carles Puigdemont. La hipótesis psicológica complementaria sostiene que el discurso monocorde de Pere Aragonès obedece a una obsesión compulsiva que, a la manera de una fuerza interna irresistible, obliga a exteriorizar un discurso, o realizar un acto, incluso, a veces, contra el pensamiento, deseo o interés del individuo. En nuestro caso, se trataría de una compulsión de repetición que insiste y persiste en los fenómenos o acontecimientos ya superados. Una compulsión que remite a la obsesión –obsessio en latín: acción de asediar- propia de una mente que, aun sabiendo el carácter absurdo de la idea obsesiva –ahí se juntan la obsesión y la compulsión-, se empeña en repetirla a una y otra vez. Una práctica habitual en individuos poco inteligentes o muy calculadores. Un comportamiento que permite entender mejor los estertores del “proceso”.

(ABC, 3/12/2021)

Cambios  

Gracias a los comunes, que retiran la enmienda a la totalidad de los Presupuestos de la Generalitat de Cataluña, el Govern dispondrá del dinero presupuestado. Corrijo: el Govern no podrá disponer de ello, porque los ingresos previstos se han calculado en función de variables –impuestos recaudados, fondos europeos, traspasos del Gobierno o bonos que pueda endosar al mercado- que resultan altamente volátiles. Cabe añadir la repercusión que la inflación y el precio de la energía tengan sobre la previsión recaudatoria.

Nada cambia y algo puede cambiar. Nada cambia: ERC quiere gobernar como sea, la coalición ERC/Junts continúa con el agua al cuello, ERC y los comunes –tú en la Generalitat y yo en el Ayuntamiento de Barcelona- cambian cromos. Algo puede cambiar: ¿El eje izquierda/derecha desplazará al eje independentismo/autonomismo? ¿Cuánto duraría el cambio? ¿Un paréntesis hasta “volverlo a hacer”? ¿ERC romperá la “unidad” independentista? ¿Junts se fracturará? ¿Quizá a medio plazo un tripartito ERC, PSC y comunes? ¿El PSC presidiría el Govern tripartito por haber ganado las elecciones?

En cualquier caso, el independentismo sigue coleando: ahí está Jaume Giró, consejero de Economía y Hacienda de la Generalitat que, desde el atril del Parlament, en el fragor del debate, señala –para que no les tilden de “traidores”- que “nadie nos puede reprochar que no seamos suficientemente soberanistas”. Añade que los Presupuestos mejorarían si existiera la plena soberanía de Cataluña. Pero, el destino juega a favor de Cataluña: “estoy convencido que antes de morir veré la independencia de Cataluña. Y, cuando llegue el día, nadie que esté en esta cámara pedirá que el país vuelva a la situación previa”. Un alarde de lírica, fantasía, patetismo y victimismo. Jaume Giró debe aterrizar en la realidad y articular una política de estabilidad que devuelva la deuda de la Generalitat: 79. 486 millones de euros repartidos entre el Estado y la banca. ¿Qué sería de la Generalitat sin el Estado y la banca?

(ABC, 26/11/2021)

TIC   

En el Teatro Independentista de Cataluña (TIC) nunca faltan empujones, zancadillas, habladurías, faroles e intereses creados. Resulta que la CUP, en asamblea, ha decido presentar una enmienda a la totalidad de los Presupuestos de la Generalitat de Cataluña. Enmienda que podría levantarse si antes del 22 del mes en curso se llega  a un acuerdo con Pere Aragonès. Dejando a un lado la parte  chusca del asunto –cosas veredes, amigo Sancho: 462 personas de un partido antisistema pueden paralizar los Presupuestos de la Generalitat-, en Cataluña se abren diversas alternativas. Puede ocurrir que, finalmente, gracias a nuevas concesiones, la CUP retire  la enmienda y los Presupuestos se aprueben. Podría suceder que el PSC prestara sus votos –gratia et amore, aseguran los socialistas- a Pere Aragonès. Hipótesis escasamente plausible si tenemos en cuenta que semejante pacto implicaría la quiebra del mito del 52 por ciento de votos del independentismo. Hipótesis que –además de romper la “unidad” independentista- acabaría devaluando el poder de ERC en el Congreso –los republicanos serían rehenes del PSOE- y colocaría al PSC en la centralidad política de Cataluña descabalgando a los republicanos. Una centralidad socialista que complicaría el mapa electoral de los republicanos en las próximas municipales de 2023. Por todo ello, Pere Aragonès ya ha dado el no a Salvador Illa. Lo curioso del caso es que Junts, cuyo objetivo inmediato es desprestigiar a ERC, no descartaría un pacto con el PSC.

A ERC le sobra Junts y la CUP, pero no tiene más remedio que acarrear, al precio que sea, la mochila llena de piedras de sus compañeros de viaje. Quizá por ello, para aliviar la carga, recurre a la idea de frente amplio. Pere Aragonès, aprovechando que en el Ayuntamiento de Barcelona ERC ha dicho no al Presupuesto municipal de los comunes, se ofrece a negociar los Presupuestos de la Generalitat con los comunes. ¿Yo apruebo tus Presupuestos y tú apruebas los míos? El TIC podría ampliar el elenco de sus actores. 

(ABC, 19/11/2021)

Laboratorio

Cuando García Albiol fue elegido por primera vez alcalde de Badalona, la oposición municipal afirmó que la ciudad se convertiría en el laboratorio del lepenismo catalán y español. ¿De qué estarían hablando? No es fácil definir la idea de lepenismo. En cualquier caso, cuando se habla del tema se acostumbra a sacar a colación una expresión de Robert Badinter – ensayista, jurista, Ministro de Justicia de Francia con François Mitterrand, presidente del Consejo Constitucional de la República Francesa, Senador y administrador de un bufete que gestionaba la renovación del estatus de refugiado de los etarras en Francia- que habla de la “lepenización del espíritu”. Traducción: el cultivo del pánico ante/contra el Otro, la xenofobia y la exaltación de la Patria como subproducto –aires de Michel Wieviorka- de la falta de futuro, la crisis de identidad y el miedo.  El “totalitarismo de lo corriente”, diría Michel Foucault.

¿El voto mayoritario y transversal que ha cosechado reiteradamente García Albiol en Badalona responde al lepenismo de la ciudad? ¿Acaso el treinta y cinco por ciento de los badaloneses se empeñan en ser lepenistas durante una década? ¿Cómo se explica que el PP, en las autonómicas y generales, no sea precisamente el partido hegemónico de la ciudad? ¿Por qué García Albiol gana las municipales? Porque, recorre la ciudad barrio a barrio, escucha a la gente, ofrece soluciones en la medida de lo posible, reforma la ciudad a la manera tradicional (vivienda, iluminación, aceras, instalaciones), cumple la Ley, se preocupa por la seguridad de la ciudadanía, huye del buenismo bobalicón del prohibido prohibir que oculta realidades y problemas. A lo que se puede añadir una dosis de liberalismo económico. ¿Todo eso es lepenismo? Ítem más: el pacto de perdedores en la ciudad de Badalona, con su alcalde de rebote, será un laboratorio del catch all party socioprogrenacionalista que se ciernes sobre la ciudad. Espectacular. ¿Cuánto tardará García Albiol en recuperar la alcaldía?

(ABC, 12/11/2021)

Dame algo

Una parte del independentismo catalán sostiene que ERC se está vendiendo al Estado por un plato de lentejas. Es decir, por una cuota de lengua catalana en la producción, traducción y comercialización de las mercancías que facturan las plataformas audiovisuales internacionales. Tú me das la  cuota y yo te apruebo el Presupuesto. Algo de cierto hay en ello si tenemos en cuenta que, en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, ERC se habría olvidado de la represión, la amnistía, la autodeterminación o el maltrato fiscal que recibiría Cataluña. ¿Qué ocurre aquí? Oportunismo y pragmatismo. Vayamos por partes.      

El oportunismo de una ERC que aprovecha la coyuntura –ahora mismo en Cataluña hay un intenso debate sobre la pérdida de hablantes de la lengua  catalana entre los jóvenes- para presentarse como el defensor por excelencia de un idioma catalán que está en horas bajas. Al respecto, ERC recupera del armario la vieja consigna pujolista de que sin lengua catalana no hay nación catalana. Y no solo recupera la consigna, sino que se apropia de la misma a bombo y platillo y por tierra, mar y aire: hay que salvar el catalán para salvar la nación catalana. Del oportunismo al pragmatismo por partida doble. ERC, consciente de que, hoy por hoy, el PSOE no concederá ni la amnistía ni la autodeterminación, no tiene otro remedio que aceptar el mal menor de la protección del catalán como moneda de cambio con el gobierno de Pedro Sánchez.  O eso o –segundo ejercicio de pragmatismo de ERC- arriesgarse a un avance electoral que podría situar al PP en la dirección del Estado. Si eso llegara a ocurrir, el “conflicto” catalán perdería peso político en España y ERC iniciaría el camino hacia la irrelevancia política en el conjunto español. Por eso, para soslayar lo peor que podría ocurrir a los republicanos, ERC apuesta por el modelo vasco de presión  a la manera de ese maestro en el arte del chantaje político que es el PNV. Esto es, dame algo –lo que pueda pillar- a cambio de mi voto.

(ABC, 5/11/2021)

Diccionario

Los tentáculos del independentismo llegan al diccionario. En efecto, el diccionario forma parte del argumentario secesionista. A saber: en Cataluña no hubo golpe de Estado; en Cataluña sí hubo/hay presos políticos; en Cataluña  hay exiliados, pero no prófugos.

A quien diga lo contrario, le caerá la mundial y el diccionario. Los peones del independentismo, con la Gran Enciclopèdia Catalana como arma arrojadiza, le dirán que la revolución de la sonrisa (?) no fue un golpe de Estado, porque solo existe golpe cuando hay “toma del poder político por un grupo minoritario, generalmente vinculado a un sector o a la totalidad de las fuerzas armadas, al margen de la vinculación de las masas”. Una caracterización a la carta que pasa por encima de la definición del jurista Hans Kelsen –aceptada por el mundo de la política y el derecho- según la cual un golpe de Estado “es toda modificación no legítima de la Constitución o su reemplazo por otra… una acción radicalmente ilegal” (Teoría pura del derecho, 1935). Si alguien añade que en Cataluña no hay presos políticos, sino políticos presos, le recitarán el siguiente fragmento de la Enciclopèdia: en Cataluña hay “presos de consciencia por defender derechos u objetivos políticos… en este caso la persona recluida es designada específicamente preso político”. La cosa tiene su miga si tenemos en cuenta que la organización que definió el concepto de preso de consciencia -Amnistía Internacional- niega la existencia de tales presos en España. Quien se empeñe en afirmar que en España  no hay exiliados, sino prófugos, recibirá la caballería con la Enciclopèdia como lanza: “un exiliado es una persona obligada por la fuerza a vivir fuera de su patria, sobre todo por motivos políticos”. ¿Carles Puigdemont un represaliado político? No se esfuercen: la fiel infantería independentista se traga cualquier sapo. En cualquier caso, pueden recurrir a la Enciclopèdia que define correctamente la figura del prófugo: el sujeto “que huye de la acción de la Justicia”.

(ABC, 29/10/2021)

Educación

La política educativa de la Generalitat de Cataluña se ha caracterizado siempre por la incansable búsqueda de la calidad y la integración. Por ello y para ello, la Generalitat nunca ahorra ningún esfuerzo.

Por un lado, la Generalitat ha hecho todo lo posible –ríanse ustedes de Isabel Celaá- para diluir la cultura del esfuerzo relativizando la memorización de los contenidos, suprimiendo los deberes en casa y facilitando la superación –low cost académico- del curso académico. Tanto es así que con un par de materias suspendidas se pasa de curso y aquí no ocurre nada, porque lo que importa son los valores –ecología, feminismo, solidaridad y consciencia nacional- y no unas notas clasistas.

Por otro lado, la Generalitat ha hecho todo lo posible para integrar a los alumnos –y alumnas, por supuesto- procedan de donde procedan. La receta: una educación en lengua y contenido catalán. Es decir, monolingüismo catalán y contenidos catalanes que se extienden del neandertal de Banyoles al referéndum del 1-O y el “exilio” de Carles Puigdemont pasando por  1714, la Renaixença, Lluís Companys o la ascensión de Jordi Pujol al pico del Tagamanent en donde con 10 años se preguntó que podía hacer él por Cataluña. Añadan el cancionero infantil “propio”, los coros y danzas del “país”, y los castellers que definen la identidad nacional. Al respecto de la integración de los alumnos –sí, también alumnas- en la escuela, la Generalitat de Cataluña está redoblando ahora mismo sus esfuerzos. Primer redoble: no renovar el régimen concertado a las educación que bautiza como segregada, esto es, a la educación técnicamente conocida como diferenciada que no apuesta por la coeducación en el aula. Segundo redoble: ampliar el programa extraescolar  de Lengua Árabe. Resumo: por un lado, se encarece la libertad de elección de centro para quienes deseen educar a sus hijos en la diferenciada: por otro lado –no tengo nada que objetar al estudio de la Lengua Árabe- , se sigue vetando el castellano. La inquisición que no cesa.    

(ABC, 22/10/2021)

Red

Nadie debe sorprenderse de la reacción desdeñosa y prepotente de parte del independentismo catalán que critica a TV3 por la información sobre la erupción volcánica en La Palma: “¡Basta con el volcán, por favor!”, “¿No pasa nada en el mundo que tenga más interés para los catalanes? Vergüenza informativa”. Nada nuevo si tenemos en cuenta que ya en los años 70 y 80 del siglo pasado el nacionalismo catalán teorizó la idea de “una lengua y un espacio de comunicación”. Una lengua: la catalana. Un espacio de comunicación: el catalán. Una lengua y solo una y un espacio y solo uno. Sin fisuras. Tanto es así, que para los teorizadores de la idea –profesores de la Universidad Autónoma de Barcelona en la estela del Congreso de Cultura Catalana de 1975- el espacio de comunicación catalán debía estar formado por el conjunto de todos los medios de comunicación de expresión catalana con el objetivo de construir un sistema comunicativo que garantizara un mercado informativo y cultural propio dotado de una lengua propia. Catalunya Ràdio y TV3, así como otros medios públicos y privados de comunicación, forman parte de una red “nacional” convenientemente engrasada y subvencionada.

La radio nacional de Cataluña que es Catalunya Ràdio –añadan las radios igualmente nacionales que son las emisoras municipales y las privadas-, la televisión nacional de Cataluña que es TV3- ¿habría que sumar el circuito catalán de TVE que a veces parece un calco blanqueado de TV3?- y la ACN o agencia de noticias nacional; todo ello –no se olviden de la prensa de papel privada igualmente nacional- forma parte del conglomerado de la Cataluña Una, Grande, Autodeterminista y Republicana en cuyo frontispicio se  lee Amnistía. Una Cataluña que, volviendo al tema del espacio de comunicación propio que exige el nacionalismo displicente, hosco y quejoso por la información sobre La Palma, se permite, incluso, criticar ese buque insignia nacional que es TV3.  Recuerden, la Cataluña Una no admite fisuras. A eso, lo llaman normalización. 

(ABC, 15/10/2021)

Susto 

Pere Aragonès ya se ha recuperado del susto que podría haber supuesto la detención y devolución –nada menos que en Alguer, uno de los puntos cardinales de los llamados Países Catalanes- a España de ese prófugo de la Justicia que es Carles Puigdemont. En principio, la detención proporcionaba un plus de fuerza a un Junts que podría utilizarla para presionar todavía más a Pere Aragonès y a ERC en tanto y en cuanto eran  cómplices –la mesa de diálogo o negociación con el PSOE- de semejante represión del Estado contra Cataluña y el pueblo catalán. Una represión que favorecía el discurso del fundamentalismo y victimismo independentista al tiempo que invitaba a la acción directa del batallón de Urquinaona. No ha sido así. No ha pasado nada. Y Junts ha vuelto a la práctica de siempre que no es otra que la patada en el tobillo y  no te quejes que puede ser peor.

La batalla de San Quintín entre ERC y Junts no ha tenido lugar –de momento- por varias razones. Por ejemplo: porque, Carles Puigdemont no ha demostrado tener la relevancia suficiente para dirigir, orientar o condicionar la acción política de ERC;  porque, Pere Aragonés no hace otra cosa que hablar una y otra vez de la amnistía y la autodeterminación para contentar a Junts y la CUP; porque, Junts  se contenta –aparentemente- con la retórica de Pere Aragonés al no tener ninguna propuesta razonable y viable; porque, las amenazas verbales de Junts y la CUP nunca se cumplen habida cuenta de la debilidad política de unos y otros; porque, Junts es consciente de que, en un caso de extrema urgencia republicana, ERC podría llegar a algún tipo de acuerdo con el PSC y los comunes. Al respecto de lo que se acaba de decir, conviene recalcar que el programa económico y social enunciado por Pere Aragonés en el debate de política general en el Parlament es, por un lado, un bofetón a Junts y la CUP y, por otro lado, un guiño al PSC y los comunes por lo que pueda pasar de ahora en adelante. ¿Aires de tripartito en Cataluña si pintan bastos?

(ABC, 8/10/2021)

Barcelona

Las ciudades recogen lo que siembran. Quien repase lo ocurrido en Barcelona durante el último siglo, concluirá que estamos ante una ciudad que oscila entre la violencia desatada y el pacifismo ingenuo. La violencia desatada, por ejemplo, durante las primeras décadas del XX. Los  trabajos y memorias de la época hablan de la costumbre de apedrear y agredir a palos o martillazos al adversario. Costumbre que se perfecciona con determinadas prácticas violentas que nos ahorramos de especificar. Al respecto, hay un trabajo del periodista Feliciano Baratech Alfaro (Los Sindicatos Libres en España. Su origen, su organización, su ideario,1927) que resulta suficientemente explícito. Cierto es que el autor pertenecía a unos Sindicatos Libres que no se andaban con chiquitas. Pero, el libro refleja el ambiente de la Barcelona de la época. Con el tiempo, el péndulo oscila hacia el pacifismo ingenuo: OTAN no, bases fuera, no a la guerra, paz, caceroladas, balcones con sábanas blancas, adhesivos, pancartas, pintadas, grafitis, bailes, cánticos, conciertos y demás elementos de la performance propia de la plástica pacifista. Un pacifismo que atiza sin contemplaciones a los Estados Unidos y al capitalismo liberal. De ahí que  nuestros pacifistas rompieran los cristales de bancos y comercios del paseo de Gracia. 

Ahora, el péndulo ha vuelto –se recoge lo que se siembra- al extremo de la violencia desatada. Ya sea la kale borroka procesista o los botellones juveniles. ¿La Generalitat plantará cara a los cachorros del secesionismo? ¿El Ayuntamiento de Barcelona se opondrá a la protesta y diversión de los jóvenes sin futuro? No. Porque, la Generalitat y el Ayuntamiento entienden –aunque a veces resulten “inaceptables”- que estamos ante manifestaciones y protestas con causa. La kale borroka daría cumplida respuesta al Estado represor y el vandalismo urbano sería el producto de un Sistema que margina y explota a una juventud que, por si fuera poco, ha sido confinada por culpa de la pandemia. ¡Pobrecitos!  

(ABC, 1/10/2021)

Éxito

La Mesa de diálogo entre el Gobierno y el Govern sobre el mal llamado conflicto catalán, se ha constituido para que fracase. Ya sea el PSOE, ERC o Junts no aspiran a otra cosa –no tienen ningún otro deseo- distinta del fracaso. La garantía del fracaso está en la reivindicación de la amnistía y la autodeterminación que ERC proclama a los cuatro vientos. Al PSOE, dicha exigencia le viene de perlas: así puede publicitar, también a los cuatro vientos, que los socialistas nunca aceptarán el desafío anticonstitucional del independentismo catalán. Así se recolectan votos con el fracaso de la Mesa. Por su parte, ERC también recolectará votos con el fracaso aduciendo que ellos –los republicanos- no han cedido ni un palmo en el asunto de la amnistía y la autodeterminación frente al Estado inmovilista y represor.

Por su parte, Junts –por muy enfadado que esté, no renunciará a las consejerías porque no quiere perder ni poder ni peculio- recolectará beneficios por partida doble. Por un lado, cosechará votos independentistas –del “procesismo” ansioso que sigue teniendo prisa-  aduciendo que ERC no ha hecho otra cosa que perder el tiempo dialogando o negociando –pactando, incluso- con un Estado que nunca escucha a los catalanes. Por otro lado, los cargos de Junts en el Govern y el sottogoverno se garantizan la poltrona y el sueldo por un mínimo de dos años. Y, si son capaces de gestionar correctamente los fondos que lleguen de la Unión Europea, podrían lavar la pésima imagen dejada por los últimos gobiernos de Convergència y su sucedáneo. Por lo demás, el fracaso de la Mesa a dos años vista, permite  que unos y otros –  ERC, Junts y el PSC- preparen unas elecciones municipales –mantener o cambiar alianzas, copar cargos cuando se pueda o prometer lo que convenga- que son fundamentales para la expansión de los partidos y la conservación, también, de poltronas y sueldos para dar cumplida satisfacción a la militancia y a los simpatizantes. El “proceso” ha conseguido que el fracaso sea un éxito.            

(ABC, 24/9/2021)

Trampas

El “proceso” es una colección de trampas. Durante la última semana, las trampas se han concentrado en el aeropuerto de El Prat y en la mesa de diálogo entre el Gobierno y el Govern. Trampas que recuerdan una partida infinita de póker en que los jugadores esconden sus cartas o van de farol. 

¿Qué busca ERC al negar la ampliación del aeropuerto? Los republicanos juegan la carta que genera réditos entre el nacionalista y el ecologismo que viven del agravio. Cuando ERC dice no a la tercera pista, apuesta por la carta del nosotros no aceptamos nada de la España represora. Más: ERC rechaza la pista, porque lo contrario implicaría la ruptura con la CUP y el consiguiente apoyo del PSC para aprobar los Presupuestos de la Generalitat, la pérdida de votos por la izquierda que irían a los Comunes y por la derecha a Junts, y un probable adelanto electoral al perder el apoyo de la CUP y Junts. ERC prefiere la CUP al PSC y la cultura de la queja y la “estabilidad a 1.700 millones de euros y 85.000 puestos de trabajo. Mientras tanto, Junts, de la mano de Laura Borràs -¿alguien conoce alguna democracia en que la presidencia del Parlamento tome partido de forma tan descarada?-, juega con fuerza la carta antiespañola –así se arrastra a ERC a la radicalidad: una “operación de chantaje”, afirma Pere Aragonès sobre el aeropuerto- para para provocar a unos republicanos que necesitan renovar el carné de buenos catalanes. En la cuestión de la mesa de diálogo ocurre lo mismo. Junts juega la carta de la presión sobre ERC -¡Pere Aragonès no puede ir si no va Pedro Sánchez! ¡Pere Aragonès debe exigir amnistía y autodeterminación! ¡No pueden vetar a nuestros representantes!- con el objetivo de llevar la mesa de diálogo al fracaso para luego culpar al Estado español de inmovilista y a ERC de tonto útil, cosa le permite marcar perfil electoral frente a ERC. Con estos mimbres deberá lidiar un Gobierno que también tiene sus intereses –el apoyo en el Congreso- en semejante embrollo y con semejante trápala.

(ABC, 17/9/2021)

Villanos

En Cataluña, hemos asistido a un hecho propio del modo de ser y hacer del independentismo catalán: la inversión de la realidad que altera los papeles de héroe y villano.

El Parlament de Cataluña –lean ERC, Junts y la CUP- ha otorgado la Medalla de Honor de la institución a las personas “represaliadas” por el “proceso”. A quienes –dice- han defendido de forma reiterada, en la calle y  las urnas, el derecho de autodeterminación de Cataluña con el objeto de conquistar –prosigue- el futuro nacional de Cataluña. Concluye: un honor “singular en reconocimiento del dolor sufrido por las miles de personas represaliadas” que son merecedoras del “acompañamiento institucional”. En lenguaje coloquial: el Parlament condecora a los encausados por haber participado en el diseño, organización y desarrollo del golpe de septiembre y octubre de 2017, así como a quienes intervinieron en las algaradas –la kale borroca a la catalana o la denominada batalla de Urquinaona-  anteriores y posteriores a la sentencia del Tribunal Supremo que condenó a los líderes independentistas por sedición y malversación. Resulta a todas luces incomprensible que un Parlament que se precia de democrático condecore a quienes han burlado sistemáticamente y reiteradamente la democracia. No son héroes, sino villanos. Vale decir que la Medalla de Honor otorgada a los “represaliados” -es decir, los infractores de la legalidad democrática y el Estado de derecho-  será depositada en el Museo de Historia de Cataluña. Ese metamuseo que expone la manera en que el nacionalismo catalán entiende la historia. Y el caso es que, en Cataluña, el infractor suele recibir un trato exquisito y ventajoso. Ahí está el caso del joven -condenado a cinco años de prisión por desordenes públicos, atentado a la autoridad y lesiones a un mosso- que ha sido “condecorado”, no con una medalla, sino con una silla en la tertulia del programa estrella de la radio nacional de Cataluña. Que siga la fiesta. Que siga la propaganda y el adoctrinamiento.

(ABC, 10/9/2021)

Estorbo

El Gobierno anuncia que no tiene prevista la reforma del Código Penal con la intención de revisar a la baja los delitos de rebelión y sedición. Inmediatamente después, el diario de referencia en Cataluña, de la mano de su director, afirma “No sin Puigdemont”. El director, consciente del alcance de lo dicho, añade que “gustará más o menos, pero no puede haber solución al conflicto en Cataluña si no se le encuentra una salida al futuro de Puigdemont”. Después de celebrar “el coraje y determinación de Sánchez en aprobar los indultos”, sostiene que el trabajo “no debería quedar a medio camino si quiere alcanzar el  objetivo final”. Continúa: a pesar de que la “solución al futuro judicial de Carles Puigdemont y los fugados [merece la pena recalcar que habla de “fugados”, no toda la prensa catalana utiliza el término correcto] es muy complicada y difícil de abordar” apuesta por una “salida pactada, como se hizo con Oriol Junqueras y con el resto de los presos condenados por el Supremo”.    

Hay que admitir que ese estorbo llamado Carles Puigdemont es un auténtico obstáculo para el diálogo – ¿diálogo? ¿qué diálogo? ¿quizá una maniobra táctica para acabar la legislatura con los votos de  una ERC que igualmente juega al tacticismo para mantener el tipo y marcar perfil con la amnistía y la autodeterminación frente a Junts?- que propicia Pedro Sánchez. ¿Qué puede hacer Pedro Sánchez con el fugado Puigdemont? No lo  tiene fácil a tenor de las protestas que se generaron por el indulto otorgado a unos presos que insisten en el “lo volveremos a hacer”. Si Pedro Sánchez fuera consecuente con sus actos, aceptaría el mal menor que Jordi Juan le indica en La Vanguardia y que ustedes ya han leído antes: “salida pactada, como se hizo con Oriol Junqueras y con el resto de los presos condenados por el Supremo”. Tradución: Puigdemont regresa a España, se entrega a la Justicia, previsiblemente es condenado y, al cabo de unos años, es indultado”. Como Junqueras y los otros presos condenados por el Supremo.  

(ABC, 3/9/2021)

Perfidia

El periodista Lluís Bassets ha escrito un libro excelente sobra la vida cotidiana de la Barcelona confinada durante la pandemia de la Covid-19. En Les ciutats interiors (2021), el autor relata i reflexiona. Relata la cotidianidad y reflexiona sobre la pandemia, la sanidad, el teletrabajo, el dilema entre vida y economía, la globalización o la literatura.

Del libro hay que destacar las consideraciones sobre el independentismo y el “proceso”. Análisis y valoraciones que constituyen per se un pequeño ensayo. Lluís Bassets habla de la “fantasía gratificante que permite que el secesionismo catalán mantenga la flama encendida, con la reivindicación del derecho a la autodeterminación y de la amnistía”. Secesionismo que endilga cualquier fracaso al Gobierno y cuenta con el aparato de comunicación pública –añado, también buena parte de la privada- dispuesto a las “tergiversaciones que convengan, por delirantes que padezcan”. Ejemplo: “TV3 [que califica como “gran televisión privada a beneficio de de un pequeño grupo de periodistas y al servicio político de sus amigos políticos”], convertida definitivamente en la Fox de un independentismo desatado y desvergonzado y de un Govern irresponsable y pérfido”. Más: el autor destaca una parte del independentismo –“extremismo excluyente y agresivo”, afirma- que pone en peligro el proyecto secesionista, que contamina el conjunto del nacionalismo catalán y destroza la imagen de Cataluña”. Toxicidad máxima. Proyecto que “solo se entiende desde las posiciones de la extrema derecha nacional-populista”. Es decir, Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini, Le Pen. ¿Cuándo acabará la  fantasía secesionista? Lluís Bassets sostiene que “solo cuando los comediantes empiecen a perder el apoyo del público, harto de la repetición de tantos trucos escenográficos, este país [Cataluña] comenzará a retornar a la realidad, a los hechos, y al realismo político cundo se trate de abordarlos”. Concluye: “sí, volveremos algún día a tener los pies en el suelo”. Habrá que esperar. 

(ABC, 27/8/72021)

Ridículo

Como ustedes ya sabrán, resulta que el delegado de la Generalitat de Cataluña en Francia ha ofrecido su ayuda –cargada de ternura, como no podía ser de otra manera tratándose del nacionalismo catalán- a la familia Messi. Después de darles la bienvenida a París, les comunica –en lengua catalana, claro está- que la Delegación “será siempre su casa” y, cordialmente, acompañado por un icono que representa un guiño, les dice “llámanos si necesitas consejos para la instalación”. A lo que añade “tres consejos para tus tres pequeñuelos [ahí está la ternura del delegado] catalano-argentinos: actividades en el Casal, clases de catalán y castellers de París”.

De todo ello se deduce que la familia Messi es catalano-hablante, que el Delegado mantiene una relación de confianza con la familia, que la familia y el Paris Saint-Germain son incapaces de encontrar una vivienda adecuada para la familia, que existe una nacionalidad catalano-argentina, que los “pequeñuelos” podrían tener interés en asistir al Casal Catalán de París, aprender el catalán en París y formar parte de una colla de castellers en París. Si tenemos en cuenta que a Lionel Messi no se le recuerda ninguna intervención en lengua catalana, si tenemos en cuenta que el futbolista condicionaba su permanencia en el Barça a una Cataluña no independiente, si tenemos en cuenta que en su estancia en Barcelona los hijos de la familia Messi se han educado en una escuela británica, si tenemos en cuenta que no consta que los hijos de Messi hayan participado en ningún castillo humano; si tenemos en cuenta eso, ¿a qué obedece el tuit? Hipótesis: el Delegado no tenía nada mejor que hacer, el Delegado quería justificar cargo y sueldo, el Delegado deseaba lucirse ante sus superiores, el Delegado aspiraba a que todos –¡el mundo nos mira!- supieran que Messi venía de esa gran nación llamada Cataluña que tiene derecho a existir como tal. Otra hipótesis: el Delegado quería hacer ridículo. Vale decir –por supuesto- que todas las hipótesis son plausibles.          

(ABC, 20/8/2021)

Barça

Entre la Junta de la Generalitat de Cataluña y el Govern del Barça hay un aire de familia. Los dos presidentes prometen lo que no pueden dar. Ejemplo: el Barça promete la renovación de Leo Messi y la Generalitat la proclamación de la República Catalana. Al respecto, conviene señalar que, en buena medida, tanto Joan Laporta como Pere Aragonès ganaron sus respectivas elecciones gracias a la promesa incumplida. Por mejor decir, gracias a un engaño premeditado. Sigamos. Tanto la Junta de la Generalitat de Cataluña como el Govern del Barça han arruinado a la institución que administran y representan. En favor de Joan Laporta hay que aclarar que él sí reconoce la ruina y señala a su predecesor –Josep Maria Bartomeu- como el personaje “nefasto” que ha llevado el Barça al borde del precipicio. Cosa que no hace un Pere Aragonès que no se atreve a decir que la ruina de la Generalitat de Cataluña se debe a personajes nefastos como Artur Mas, Carles Puigdemont o Joaquim Torra. Más: si Joan Laporta apunta que el futuro del club está por encima de la renovación de Leo Messi a cualquier precio, no ocurre lo mismo con un Pere Aragonès que no acierta a afirmar que el futuro de Cataluña está por encima de una República Catalana ficticia a cualquier precio.

En lo que coinciden Joan Laporta y Pere Aragonès es en la incapacidad de librarse de determinados jugadores, o políticos, que impiden que la institución sobreviva con dignidad. Dos diferencias más entre Joan Laporta y Pere Aragonès. Primera: Joan Laporta cumple el Reglamento y no presiona a la Liga para que el Barça sea una excepción, cosa que no hace Pere Aragonès. Segunda: Joan Laporta tiene la voluntad de no volverlo a hacer mientras Pere Aragonès tiene voluntad de volverlo a hacer. Una ventaja de Pere Aragonès: cuenta con la inapreciable ayuda de Pedro Sánchez. En cambio, Josep Maria Bartomeu y Joan Laporta no tienen a nadie que les indulte. Lo que une a los trileros: su extraordinaria capacidad de embaucar a quienes se dejan embaucar.  

(ABC, 13/8/2021)

Tacticismo

Los 1.700  millones de euros que el Gobierno se compromete a aportar para la prolongación de la tercera pista del aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat son otra pieza del tacticismo orquestado por el PSOE y ERC. Dicha cantidad –de hecho, más: 1929 millones de euros- ya se incluyó en el Plan Director que el gobierno del PP presentó en febrero de 2018.  En pocas palabras: el PSOE –con dicha promesa- facilita que ERC vote los Presupuestos Generales del Estado al tiempo que los republicanos –además de justificar el apoyo a los Presupuestos del PSOE- se apuntan un triunfo ante la fiel infantería que les tilda de traidores por pactar con el Estado represor. Al respecto, vale decir que Junts –así se desmerece a ERC y algo más- se apunta un éxito por partida doble: por un lado, Jordi Puigneró, de Junts, vicepresidente de la Generalitat de Cataluña, asegura que la aportación económica la consiguió él gracias a las conversaciones secretas que mantuvo con el Gobierno; por otro lado, Laura Borràs, presidenta del Parlament de Cataluña –así se desmerece a ERC y a su compañero neoconvergente de partido Jordi Puigneró-, afirma que “cuando te dan lo que te corresponde y es tuyo no te dan nada, solo te lo hacen creer”. Sigue la lucha de tacticismos en el ménage à trois político entre PSOE, ERC y Junts.

El asunto de la tercera pista del aeropuerto de Barcelona podría ser un pasatiempo táctico –uno más- para amenizar las vacaciones estivales previas a las reuniones de la mesa de diálogo y negociación que ha de iniciar, o reiniciar, su andadura en septiembre con el plato fuerte –Pere Aragonès dixit- de la soberanía, la autodeterminación, la independencia y la amnistía. Una negociación –declara el President de la Generalitat de Cataluña- que será “extremadamente dura” y de “máxima exigencia”. Hipótesis: ¿y si todo ello fuera una comedia –más tacticismo- para romper la mesa, convocar elecciones en dos años, y así volver a empezar desde posiciones más favorables. ¿Para quién? ¿Para qué?     

(ABC, 6/8/2021)

Desafío

El asunto de los avales y contraavales escenificado por el independentismo catalán para hacer frente a las posibles deudas pendientes –seamos generosos con la calificación de los hechos: supuesta mala administración de los recursos públicos en benefició del “proceso”- con el Tribunal de Cuentas del Estado, no es sino un desafío. Por mejor decir, un triple desafío: al Estado, al Gobierno y las propias instituciones catalanas. El independentismo desafía al Estado cuando se encara al Tribunal de Cuentas y lo descalifica –dice- por su parcialidad manifiesta. Y el caso es que el desafío quizá tenga algún efecto si consideramos que el Tribunal de Cuentas, antes de decidir el asunto de los avales y contraavales del Instituto Catalán de Finanzas que establece el decreto ley de la Generalitat de Cataluña,  solicita la opinión de la Abogacía del Estado. ¿De quién depende la Abogacía del Estado? Del Gobierno. Así las cosas, ¿mantendrá el Tribunal de Cuentas sus dudas sobre legalidad de la maniobra de la Generalitat?  El Tribunal de Cuentas, ¿se “rebelará” –si es el caso- contra un Gobierno empeñado en dar concesión tras concesión al independentismo?  En otros términos, ¿funcionará el desafío y/o presión que el independentismo ejerce sobre el Estado? 

El desafío –la presión que no cesa desde las altas instancias de la Generalitat- se dirige también a las instituciones catalanas. De momento, el Instituto de Finanzas de Cataluña ya ha cedido –con tres dimisiones que dignifican a sus protagonistas-  al malabarismo jurídico y económico de la Generalitat.   El Consejo de Garantías Estatutarias –la institución jurídica y consultiva de la Generalitat que goza de autonomía orgánica y funcional-, ¿dictaminará en contra de dicho malabarismo político y contable? Ahí tienen ustedes el gran desafío que el Govern de la Generalitat se hace sí mismo: ¿cómo es posible que la Generalitat de Cataluña –víctima de la mala administración de los recursos públicos- avale a quien la esquilma, exprime y empobrece?

(ABC, 30/7/2021)

 Pioneros

Una de las funciones más destacadas del nacionalismo catalán es la de mostrar al mundo que los catalanes han sido pioneros en todo o casi todo. Por eso –como suelen repetir una y otra vez -, “el mundo nos mira”. En efecto, el mundo mira a una Cataluña que ya en la época medieval fue, además de una nación moderna, la primera democracia moderna del mundo en donde brillaba la división de poderes. Tanto da que  en aquellos tiempos no existiera el término nación, ni la idea moderna de democracia, ni la división de poderes que fue teorizada posteriormente por Montesquieu; todo eso, tanto da, porque Cataluña –una sociedad estamental en toda regla- fue un ejemplo de democracia avanzada. Puestos a fabular, el nacionalismo catalán del XIX y XX fue pionero en la invención de la inexistente corona catalano-aragonesa. Por supuesto, Jaime I –héroe nacional catalán: “cristiano, caudillo y catalán”- no conquistó (1299) Mallorca a sangre y fuego apropiándose de todos los bienes y esclavizando y exterminando a los musulmanes que habitaban el territorio, sino que fue un pionero en la recuperación del territorio de Cataluña. Ni que decir tiene que Lluís Companys no dio un golpe de Estado contra la Segunda República, sino que únicamente respondió –pionero en la lucha contra el fascismo- a los excesos de la derecha en el poder.

Con el tiempo, el nacionalismo catalán ha ido ampliando el campo y afirma que los catalanes no solo han sido pioneros en el ámbito de la gastronomía –samfaina, panellets y porró-, sino también en el de la ciencia y la tecnología –telescopio, telégrafo eléctrico, máquina de hilar o submarino-, la política –el derecho a la autodeterminación y la amnistía y el aval para sediciosos y malversadores reales o presuntos-  y la desescalada frente a la pandemia de la Covid-19 por la vía del test de antígenos. En los últimos tiempos, el adanismo propio del nacionalismo catalán está cosechando fuga de empresas, desprestigio institucional e incremento de la incidencia vírica acumulada. De libro.

(ABC, 23/7//2021)

Referéndum

El referéndum no solo intoxica la política autonómica en Cataluña, sino también la municipal. Barcelona, por ejemplo. Resulta que un  sindicato de nuevo cuño –El Nus Sindicato del Barrio de Poblenou- convoca y celebra por su cuenta un referéndum vecinal para decidir el futuro del plan urbanístico del distrito 22@ situado en el barrio de Poblenou. Vale decir que dicho plan –aprobado por el municipio- contempla la construcción de oficinas y hoteles. La pregunta -por antológica- merece ser reproducida: “¿Estás de acuerdo en detener el actual plan del 22@ y su inminente modificación, que ponen por delante la construcción de oficinas y hoteles, y que se haga una nueva modificación que priorice: la preservación de la vivienda y patrimonio existente, la construcción de vivienda protegida, el impulso de la industria y la creación de zonas verdes y equipamientos?” Obvio: el 97% de los participantes se manifiestan en contra del actual proyecto. La valoración del sindicato: “Ha sido un éxito rotundo e inédito de participación autoorganizada. Los vecinos han decidido”. ¿Un éxito rotundo si tenemos en cuenta que votaron 3.255 ciudadanos de un barrio que suma 33.621 habitantes? Vale decir que la celebración duró un par de días -¿quién custodió las urnas durante el interregno?-, que podían votar los residentes en el barrio y aquellos que “acreditaran” su vinculación a la zona, y que la garantía la brinda el propio sindicato.

El mencionado referéndum  tiene un valor excepcional al ser el reflejo del referéndum de autodeterminación –modelo 1 de octubre de 2017- que exige el independentismo catalán: ilegal, con una pregunta que adelanta la respuesta, sin garantías, con censo y participación bajo sospecha. Por si fuera, poco, el organizador –como el Govern de la Generalitat- habla de “autodefensa”, “luchas compartidas”, “unir fuerzas”, “ir más allá”, “abrir nuevos caminos” y “ha llegado el momento que el vecindario decida”. Contagio: transmisión, por contacto inmediato o mediato, de una enfermedad.

(ABC, 16/7/2021)

Sorpresa

A nadie le ha sorprendido que el Govern quiera implementar un fondo que avale a los políticos independentistas con deudas pendientes con el Tribunal de Cuentas. Otra manera de desafiar y provocar al Estado que justificaría el relato independentista de una España represiva y vengativa. Detrás de la triquiñuela independentista se percibe la buena relación que el independentismo catalán mantiene –la Justicia o el Tribunal de Cuentas dirán la última palabra– con el fraude de ley, la voluntad  innata de burlar al Estado, las dificultades de la política de diálogo y concordia que predica Pedro Sánchez, y el anhelo de transgredir la legalidad con la esperanza de que el Estado reaccione negativamente y así acumular nuevos agravios que da réditos políticos. Cosa que –contradiciendo la sentencia del Tribunal Supremo- demostraría que el “proceso” no fue una “ensoñación”, sino un fracaso del cual el independentismo quiere resarcirse lo antes posible. O sea, cuando se presente la coyuntura adecuada. 

En cualquier caso, sí hay una cosa que sorprende de dicho fondo de aval en pro de los políticos independentistas que han de ajustar sus cuentas: ¿por qué no se ha recurrido a la caja de resistencia del independentismo? La respuesta fácil es la siguiente: porque, está agotada y la fiel infantería independentista ya no está dispuesta a depositar el óbolo nacionalista en vaya usted a saber en qué cuenta corriente. Cosa que pondría en evidencia la debilidad de lo que pueda quedar del “proceso” y la intentona secesionista. Precisamente por eso –para esconder la realidad-, el independentismo recurriría al fondo que facilita el aval. Pero, ¿y si hubiera algo más? ¿Y si la caja de resistencia se hubiera alimentado, no de la ciudadanía patriota, sino de algunos prohombres –empresarios patriotas o inversores oportunistas- que han dicho basta teniendo en cuenta que las aportaciones no dan el rédito buscado o no desgravan ya sea porque no encajan en la ley o hay que declararlas públicamente? Pintan bastos.

(ABC, 9/7/2021)

Truco

El nacionalismo catalán es un especialista en el arte de la manipulación. Si Cataluña ha de tener una identidad y una historia propias–es decir, distinta a la española-, se busca. Si no se encuentra, se inventa tergiversando lo que convenga. Todo vale.  Incluso, la invención de 132 presidentes de la Generalitat.  El mundo –especialmente, España- ha de saber que Cataluña es una nación -Estado y Presidente incluidos- desde hace setecientos años. ¿Que en el XIV no existían naciones ni Estados en el sentido moderno del término? Oídos sordos. Por eso, Pere Aragonès es el 132 presidente de la Generalitat de Cataluña que inició el camino como Estado –o casi- en 1359 con Berenguer de Cruïlles, obispo de Gerona. El relato oficial: “Berenguer de Cruïlles, primer presidente de la Generalitat de Cataluña (1559-1362), nombrado por las Cortes de Cervera”. Pero, la Diputación del General, o Generalitat, en el XIV, estaba constituida por los súbditos del monarca de la Corona de Aragón en los territorios del principado de Cataluña y los condados de Rosellón y Cerdeña. La función de la Generalitat –representante de los tres “brazos”: real, militar y eclesiástico- era la recaudación de impuestos. El truco: Berenguer de Cruïlles no fue el presidente de la Generalitat de Cataluña, sino lo que hoy denominaríamos el Delegado de Hacienda del Estado. En este caso, de la Corona de Aragón. Cierto es que la decadencia de la Corona de Aragón convirtió a la Generalitat en una Administración paralela, no soberana, que subsistió hasta 1714.

En cualquier caso, más allá de lo que indica y enseña la historia, lo que hoy busca el independentismo catalán con el truco del presidente 132 no es sino una afirmación heráldica que le permita concluir que si España es una nación dotada de un Estado, Cataluña es también una nación –más antigua y democrática que la española- a la cual España le hurtó a la fuerza la condición de Estado. Condición –concluye- que hay que recuperar. Por eso, se sienten obligados a hacerlo de nuevo.        

(ABC, 2/7/2021)

Oportunidad

En efecto,el indulto de los políticos presos del “`proceso” brinda una oportunidad. El Gobierno –ahí está el secreto del cambio radical de opinión de Pedro Sánchez- afirma que el indulto favorece el inicio de la solución del conflicto catalán, cosa que permite tres cosas: descalificar a la derecha por inmovilista, assegurar la aprobación de una bateria de leyes durante el  otoño y el invierno, y completar la legislatura. ERC aprovechará la coyuntura para chantajear al Gobierno en la mesa de diálogo al tiempo que pondrà en evidencia a un Junts incapaz de sacacarnos de ese pozo llamado “proceso”. Obvio: Junts descalificará a ERC por col·laboracionista. El empresariado catalán –una parte del mismo-, haciendo suyo el principio liberal del afán de lucro, se suma al derecho de gracia con la vista puesta en los fondos europeos y la recuperaciópn econòmica. A lo que hay que añadir la enmergencia de una sociedad civil, la Sociedad Civil del Liceo –¡por fin sabemos quien forma parte de la misma!-, que està a disposición –desinteresadamente- de la convivència y el reencuentro que carcaterizará la nueva etapa de  Cataluña. A ello, sumen el sindicalismo de classe siempre con la mano abierta. Por su parte, el obispado catalán –históricamente bien relacionado con el nacionalismo catalán- mejora su imagen –o la empeora en determinados sectores- al apostar por la misericordia y el perdón. Finalmente, el indulto propiciarà el desenfreno de la prensa amiga siempre dispuesta a ser premiada con algún viático.  

La clave del asunto: el indulto beneficia a quienes lo exalzan y propagan. En beneficio de la concòrdia y la democrcia, claro està. Así, el PSOE asegura la estabilidad parlamentaria y recupera ciertas expectativas electorales, el independentismo acumula fuerzas, el empresariado abre la caja, el sindicalisme de clase extiende aún más la mano, el obispado gana enteros, y la prensa amiga aumenta ventas, clics y subvenciones. Los demàs y lo demàs,  no cuentan. Arquitectura institucional incluida.                    

(ABC, 25/6/2021)    

Preámbulo

En sincero agradecimiento a Pedro Sánchez por el indulto prometido, el independentismo catalán se ha puesto en movimiento para colaborar lo más intensamente posible en el  nuevo proceso político democrático que culminará con el reencuentro de los catalanes en un contexto de diálogo y negociación que conducirá -¡por fin!- a la tan deseada concordia. El preámbulo de todo ello, lo está escribiendo ya el independentismo catalán. Veamos. El presidente de la Generalitat no acude a la cena del Círculo de Economía en la que estará el Rey. Sin novedad en el frente: con Seat  ya ocurrió exactamente lo mismo. Vale decir que Pere Aragonès no es el único miembro del Govern que tiene problemas de agenda: el vicepresidente Jordi Puigneró declina la asistencia porque también tiene la agenda repleta. Para redondear el preámbulo de agradecimiento a Pedro Sánchez, la portavoz del Govern anuncia que el ídem no condiciona su agenda a la del Rey y que no van a ceder en el objetivo de alcanzar la República Catalana. Por su parte –hay que calentar el ambiente-, la ANC quema retratos del Rey el mismo día que los Comunes, en el Congreso,  defienden la abolición del delito de injurias a la Corona.     

Dejando a un lado a los peones de la ANC y los braceros de los Comunes, estamos ante la enésima manifestación de la guerra fría entre ERC y Junts.  Pere Aragonès (ERC) no asiste a la cena, porque no quiere que le cuelguen el sambenito de traidor o colaboracionista con el Estado español. Por eso, delega en un Jordi Puigneró (Junts) que tampoco quiere que le cuelguen dicho sambenito. ERC, ¿quiere ser ERC o un clon o suplente maquillado de Junts? ERC –Pere Aragonès solo tuvo a bien coincidir con el Rey sin dignarse a recibirlo-, ¿qué papel juega en esta comedia protagonizada por talibanes, pusilánimes, hipócritas y oportunistas? El Govern de Pere Aragonès, ¿es el nuevo Govern o el viejo Govern de Torra empolvado? Queda claro que la Generalitat es una institución privada al servicio de la mitad de los catalanes.

(ABC, 18/6/2021)

Orquesta

Como si de una orquesta se tratará, han surgido políticos, sindicalistas,  periodistas e intelectuales que interpretan una determinada pieza coral. La Orquesta del Indulto –Pedro Sánchez lleva la batuta- ha conseguido armonizar un libreto de Oriol de Junqueras, las reivindicaciones de los sindicatos de clase, un informe del Consejo de Europa redactado por un letón y las alabanzas de la intelectualidad y prensa afín al director de la orquesta. El título de la pieza: “Hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia”. Una sinfonía coral que va repitiendo que el indulto de los políticos del “proceso” posibilita la negociación y abre la puerta que conduce a la concordia, el reencuentro y la construcción de un Nosotros que incluirá a los independentistas del libreto.   

La crítica musical y teatral valora el estreno de dicha pieza en los siguientes términos: se trata de una pieza interpretada para exaltar la imagen de Pedro Sánchez y Pere Aragonès –también, del Oriol Junqueras que se presenta como el tenor dramático por excelencia, di forza dicen los italianos- que aparecen como impulsores de una nueva era de acuerdos que lleva a la convivencia. Una parte de la crítica –la musical- advierte que la pieza chirría y pregunta cuál puede ser el futuro de una Orquesta cuyo tenor di forza quiere construir -“nuestra voluntad es la de siempre”- un futuro independiente de la misma. Concluye: ¿quién se fía de semejante elemento que afina y desafina –oportunismo cínico- según la coyuntura y conveniencia? Finalmente, existe una crítica que sostiene que el “proceso” evidencia que la candidez y la malicia del ser humano no tiene límites. La candidez de quienes no saben leer el libreto y desconocen las obsesiones de quien se cree perseguido por demócrata cuando es él quien incumple sus deberes con la democracia. La malicia de quienes dan crédito al libreto, al tenor di forza y a su obsesión sabiendo que están ante la enésima argucia. Todo por la tajada, remata el último de nuestros críticos.

(ABC, 11/6/2021)

Concesión

Indulto, ¿por qué? y ¿para qué? El Gobierno asegura que favorece la concordia, el diálogo y la negociación. ¿Quién asegura que el indulto logrará el consenso, la reciprocidad y armonía de las partes? ¿Quién garantiza que el diálogo se desarrollará en el marco de la legalidad constitucional? ¿Quién avala que la negociación llegará a buen puerto? La respuesta: nadie puede asegurar nada. A menos de que se haya atado algún acuerdo democrático. Cosa que parece imposible. De nuevo: indulto, ¿por qué? y ¿para qué? Porque, es lo único que puede ofrecer el Gobierno a un independentismo obsesionado con una amnistía y autodeterminación imposibles de conceder. ¿Para qué? Para conseguir un acuerdo que permita salir del impasse y asegure la estabilidad del Gobierno. Hay que intentarlo, dicen. Si la cosa fracasa, se habrá dado otra concesión –otra más- a un independentismo literalmente insaciable. Otra concesión en la guantera: el indulto podría llegar acompañado de una reforma pro reo que rebajaría la pena del delito de sedición. Así se debilita el Estado, se fortalece el secesionismo, se indulta de facto a los pendientes de juicio, y se posibilita la vuelta de los fugados en olor de multitud.

El indulto, venga solo acompañado, brinda otro regalo a un independentismo que no cejará en su antojo por la amnistía y la autodeterminación. Una maniobra que tiene su grado de perversidad: yo te indulto y tú me respondes con el envite –a todas luces inconstitucional- de la amnistía y la autodeterminación. Así no se facilita la concordia, el diálogo y la negociación. Lo que sí se podría facilitar es la venganza política de quienes creen que el indulto –insuficiente- concedido a los políticos presos no es sino el reconocimiento de la injusticia cometida contra Cataluña. De lo cual sacarán la siguiente conclusión: hay que seguir en el afán. O lo que viene a ser lo mismo: habrá que volverlo a hacer, antes o después. Una invitación a la deslealtad acompañada de un seguro a todo riesgo ante la ilegalidad.

(ABC, 4/6/2021)

Movimientos

Hay indicios suficientes para afirmar que algo se mueve en el interior del independentismo catalán. Las declaraciones de algunos de los protagonistas o líderes del “proceso”, el arrinconamiento de la combativa Laura Borràs en la presidencia del Parlament, la amarga y afligida misiva de Carles Puigdemont a Junts, la negativa de miembros de Junts a aceptar cargos relevantes en el Govern de Pere Aragonès, el carácter técnico de algunos consejeros, así como la sustitución de la expresión “mandato del 1-O” por “mandato del 14-F”; todo eso, invita a pensar que en el seno del independentismo algo se mueve. El cambio de liderazgo, por ejemplo. Concretando: Oriol Junqueras cedería el paso –de momento, habida cuenta de que podría ser indultado siguiendo inhabilitado- a Pere Aragonès y Carles Puigdemont haría lo mismo –por el desgaste del personaje y la falta de apoyos suficientes en el partido: ¿quién manda ahora en Junts?- cediendo el mando –también de momento- a Jordi Sànchez.

Una cosa que llama la atención y muy posiblemente tenga su consecuencia política -¿ruptura de la coalición?- a medio plazo: la más que probable división del trabajo independentista en virtud de la cual el Govern –de ahí Jaume Giró como consejero de Economía- se dedique a la administración de las cosas y el Parlament invierta sus esfuerzos –de ahí Albert Batet como presidente del Grupo Parlamentario de Junts- en la confrontación con el Estado. Una confrontación que no sería únicamente con el Estado, sino también entre partidos políticos e, incluso, entre miembros de un mismo partido. En este sentido, cabe esperar la próxima confrontación entre ERC y Junts con la mesa de diálogo por bandera. A lo que hay que añadir la confrontación realmente existente dentro de Junts cuya primera expresión sería la negativa de Elsa Artadi y Josep Rius –muy próximos a Carles Puigdemont- a aceptar consejerías en el Govern de la Generalitat. Traducción: así se pone la zancadilla a Jordí Sánchez. Entre independentistas anda el juego.  

(ABC, 28/5/2021)

Supervivencia

Había dos maneras de conseguir la repetición electoral de las autonómicas en Cataluña. Primera: no invistiendo a Pere Aragonès como presidente de la Generalitat. Segunda: invistiendo a Pere Aragonès y constituyendo un gobierno de coalición entre ERC y Junts con la intención de que fracase en un par años como máximo. ERC y Junts –con la probable colaboración de una CUP que siempre vota a la derecha, sea la derecha de ERC o la derecha de Junts- han escogido la segunda opción. Como dijo en su día Joan Tardà, el gobierno de la Generalitat tendrá su Vietnam diario. ¿Cómo encajar las visiones distintas –“moderados” versus talibanes- de uno y otro -añadan la ANC y Òmnium, que también tienen vela en este entierro- sobre el futuro del “proceso”? ¿Qué consensos serán capaces de articular estos expertos en broncas y fracasos? ¿Qué ocurrirá con una mesa de diálogo que Junts torpedeará desde el principio? ¿Cómo se zafará ERC de la tutela de un Carles Puigdemont que tendrá el apoyo de Junts? ¿Hay alguien ahí que acepte el papel de segundón? ¿Durante cuánto tiempo se soportarán?

Es cierto que hay algunas cosas que unen a ERC y Junts. A saber: asegurar las nóminas de los cargos medios y altos de la Administración autonómica así como el miedo a la repetición electoral inmediata. No hay que dejar a los correligionarios sin nómina y los conmilitones de la causa bien se merecen otro placebo. Propiamente hablando, hay algo más que facilita el acuerdo. ERC ansiaba la presidencia de la Generalitat y finalmente ya la ha conseguido, aunque sea a cambio de la pérdida de autoridad. Por su parte, Junts quería seguir marcando el ritmo del Govern y también -las consejerías y el aparato de propaganda del Régimen, por ejemplo- lo ha conseguido. ¿Cuánto durará la pax catalana decretada para aplacar los ánimos de la galaxia independentista? Si han sido incapaces de entenderse durante los últimos cuarenta años, ¿cómo lo lograrán ahora cuando la hegemonía nacionalista está en juego? Puro instinto de supervivencia.

(ABC, 21/5/2021)

Suicidio

El sociólogo francés Émile Durkheim –un clásico en la materia- nos brinda una definición de suicidio que puede aplicarse perfectamente a Cataluña. Dice nuestro autor que “se llama suicidio todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo, ejecutado por la propia víctima, a sabiendas de que habría de producir este resultado” (El suicidio. 1897). El “proceso” es exactamente eso: el suicidio de Cataluña ejecutado por una parte importante de los catalanes –grosso modo, la mitad de los ciudadanos- que es consciente de lo que se está perpetrando. Tres ejemplos: los agricultores, los pequeños, medianos y grandes empresarios, y los ahorradores.  

Los agricultores saben que una Cataluña independiente quedaría fuera de la Unión Europea, cosa que supondría la exclusión de las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC). ¿Cuántos agricultores catalanes subsistirían sin dichas subvenciones? Por su parte, los pequeños y medianos empresarios no podrían acceder –financiación, ayudas, préstamos y apoyo de la Agencia Ejecutiva para las Pequeñas y Medianas Empresas- al Programa de la Unión Europea de ayuda a las Pyme. ¿Cuántos pequeños y medianos empresarios se verían condenados a la autarquía económica que podría conducir al cierre? ¿Es una casualidad que las empresas sigan marchándose de Cataluña? Finalmente, los ahorradores no estarían bajo el paraguas de una legislación española/europea que les protege. ¿Cómo explicar la fuga del ahorro catalán que –octubre de 2017- aterrizó en oficinas bancarias del resto de España? Más: en una Cataluña independiente, los grandes empresarios comprobarían –ya lo padecen- como los inversores huyen. A ello, añadan ustedes que los fondos de la Unión Europea pasarían de largo de la República catalana. Pese a ello, hay agricultores, ahorradores y empresarios independentistas que colaboran -por activa o pasiva- con el “proceso”. Muchos de ellos ya sabrían que es la ruina sin la protección, amparo y ayuda de España.         

(ABC, 14/5/2021)

Ultimátum

El ultimátum pierde todo su valor si quien lo formula lo incumple. Es el caso de ERC que ha lanzado ya algunos ultimátums fallidos amenazando a Junts con formar gobierno sin su concurso si los neoconvergentes no aceptan ningún pacto con los republicanos. ERC tiene dos problemas. En primer lugar, no cree que ha ganado las elecciones –me refiero al ámbito de los partidos independentistas- y por eso no se atreve a tomar ninguna decisión por cuenta propia. En segundo lugar, anda a la desesperada buscando el pacto con un Junts que, conociendo las necesidades de los republicanos, presiona sin contemplaciones para obtener todo lo que pueda y más. Un detalle a tener en cuenta: Junts está acostumbrado a ganar cómo sea. ¿Quizá la amenaza de nuevas elecciones? ¿Hasta qué punto sobreactúa Junts?

Así las cosas, es muy probable que una ERC debilitada por los ultimátums fallidos acabe cediendo a las peticiones de Junts y termine aceptando, incluso, que el Consejo  para la República supervise y controle la estrategia del “proceso”.  También es posible que el pacto con Junts –de llegar- incluya la unidad de voto independentista en el Congreso con todo lo que ello implica para la gobernanza de España. Conviene añadir que el pacto de ERC con Junts podría acarrear un nuevo problema si la CUP decide romper el preacuerdo con ERC a tenor de las exigencias económicas y sociales de un Junts poco proclive a los mínimos de unos radicales que reclaman un plan de emergencia habitacional, un plan de rescate social y plan piloto de renta básica universal. Un par de incógnitas: ¿qué corriente ganará –partidarios y detractores del pacto con ERC para formar gobierno- en el Congreso de Junts? ¿Qué dirán las bases de la CUP cuando se les consulte sobre la conveniencia o no del acuerdo con ERC según sean las condiciones estipuladas con Junts? Si no hay acuerdo entre ERC y Junts, ¿Aragonès se atreverá a negociar no se sabe qué, y a cambio de qué, con un PSC y unos comunes que han sido maltratados por los republicanos?

Presos

Entre las curiosidades del “proceso” se encuentra la reunión de los dirigentes de ERC y Junts en la prisión. Una prisión -unas penas privativas de libertadad- que, como señala la Constitución, “estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”. ¿Reeducación y reinserción social? Connais pas. Lo que sabemos es que la prisión de Lledoners ha servido, entre otras cosas, para que se reúnan los representantes de ERC y Junts –residentes y visitantes- con el objeto de negociar la investidura de Pere Aragonès y el nuevo gobierno de la Generalitat de Cataluña. La reunión de Lledoners indica varias cosas: que Bruselas ya no es -¿transitoriamente?- el centro neurálgico del “proceso”; que Jordi Sánchez –secretario general de Junts- parace haber tomado el mando en Junts; que el encuentro en la prisión es una manera de recordar al secesionismo –de sacar rédito político de ello- que la represión del Estado sigue ahí y de presionar al Estado para que acelere la amnistía, el indulto o una reforma pro reo del Código Penal que posibilite que los políticos presos salgan a la calle. De lo contrario, se van a enterar en Madrid. 

Más allá de la escenografía y coreografía, el encuentro permite afirmar que Pere Aragonès –candidato de ERC a la Presidencia de la Generalidat- es un prisonero de Junts. Y ello, porque sin el apoyo de Junts no será investido y si, finalmente llega a la Presidencia, durará lo que Junts quiera que dure. ¿El ultimátum –gobierno de ERC sin el apoyo directo o indirecto de Junts- que ha plantedao Pere Aragonès? Un pourparler que no llega a ninguna parte sin el concurso de Junts. Según parece, Junts podría formar parte del Govern con ERC a cambio –TV3 aparte- de consejerías como la de economía, salud e internacional. Las dos primeras, en vísperas de la llegada de los fondos europeos y el hipotético éxito de la campaña de vacunación, otorgarían medallas a Junts. La tercera, concedería a Bruselas el mando estratégico del “procés”. Pere Aragonès está preso y ERC está presa.        

(ABC, 30/4/2021)    

Lobos

Maquiavelo se ha instalado en la política catalana. Ese Príncipe sin escrúpulos que persigue sus intereses como sea. ¿Qué busca el sector de Junts que, cuando conviene,  acepta un gobierno de ERC con la CUP si no llegan a un acuerdo? ¿Un ejercicio de generosidad de quien renuncia al poder en beneficio de la gobernanza de Cataluña?  La artimaña: Junts –parte del mismo- no tiene prisa para recuperar el poder y facilita un gobierno de ERC que, en un par de años, acabará abrasado por las exigencias de la CUP y el pressing de Junts y el PSC, y por el fracaso de la mesa de diálogo con el PSOE que el propio Junts se encargará de dinamitar. Más: en el Congreso, Junts hará todo lo posible para poner en evidencia a una ERC que colabora con un PSOE que niega la amnistía de los presos –el indulto si se tercia- y el referéndum de autodeterminación. Un último detalle: si Laura Borràs resulta inhabilitada, la culpa recaerá en una ERC que no ha hecho nada.

Ahí no se acaba la artimaña. Junts se propondría tres cosas más. En primer lugar, adular, seducir y fidelizar al independentismo presentándose como el ejemplo y punto de referencia del secesionismo sin tacha que no se vende por media docena de consejerías. En segundo lugar, desembarazarse de algunos incómodos personajes de la vieja Convergència –recuerden, Junts no estaría en el gobierno- al tiempo que, a la chita callando, se promociona internamente a los substitutos. En tercer lugar -abrasada ERC y con una nueva plantilla de dirigentes-, Junts deja caer el gobierno de ERC y provoca unas nuevas elecciones que deberían conducirle de nuevo al poder. Frente a ello, el Maquiavelo republicano planea una maniobra envolvente -tres comisiones de control: parlamentaria, de partidos y de seguimiento- que neutralice la maniobra de Junts. Finalmente, unos y otros habrían decido negociar -¿quién neutraliza a quién?- sobre la estructura del “proceso” y el programa y la estructura del Govern. ERC y Junts o cómo sobrevivir, o perecer, en un mundo de lobos.                    

(ABC, 23/4/2021)

Intenciones

A diferencia de lo que ocurre en el cielo, Cataluña no está empedrada de buenas intenciones. Hablo, claro está, del independentismo catalán. El independentismo reclama diálogo. Se trata, empero, de un diálogo hecho a la medida del independentismo que no acepta –malas intenciones- el marco constitucional. Por si fuera poco, el independentismo –siguen las malas intenciones- pone algunas condiciones al diálogo: ya sea la amnistía, el indulto, la autodeterminación o un referéndum acordado. Una manera nada disimulada de rechazar el diálogo. A nadie debe sorprenderle lo dicho –esto es, la incapacidad congénita para el diálogo propia del independentismo- si tenemos en cuenta que, incluso en tiempo de tripartito, con el PSC al mando, el diálogo fue imposible. Hipótesis de trabajo: las malas intenciones resultan contagiosas.

El independentismo catalán no dialoga, sino que impone. Lo curioso es que se cree legitimado para imponer su diálogo, porque se lo habría ganado en las urnas. Da igual que el PSC haya ganado las autonómicas, que el independentismo haya perdido ochocientos mil votos, que la suma de escaños secesionistas no lleguen ni para reformar el Estatut. Todo eso – añadan una ley electoral que favorece a las circunscripciones con mayoría independentista por no hablar de la prensa amiga- da igual. El independentismo cree que las urnas –la falacia del 52 por ciento- han legitimado sus pretensiones antidemocráticas y anticonstitucionales. Así las cosas, el llamado “problema catalán” –de hecho, un conflicto entre catalanes- no tiene solución ni a corto ni a medio plazo. Si el independentismo no acepta las reglas democráticas del juego, si algún partido independentista no rompe ya con la deriva antidemocrática instalada en Cataluña, si todo sigue igual,  incluso la correlación de fuerzas, el conflicto continuará enquistado. Añado: cualquier concesión gratuita al independentismo, estimulará –proseguirán las malas intenciones sin solución de continuidad- el secesionismo y el conflicto.

(ABC, 16/4/29021)

Tinglado

El “proceso” se ha consolidado como un tinglado en el sentido figurado -¿figurado?- del término de artificio, enredo y maquinación. Ahí está el autodenominado Consejo para la República que sería algo así como un gobierno catalán en la sombra que planificaría, dirigiría y controlaría la estrategia independentista hacia la amnistía, el referéndum, la autodeterminación y la república. La existencia de dicho ente, formado por partidos y movimientos independentistas, constituye en sí –la maquinación del tinglado- un nuevo golpe a la democracia. Un ente que estaría acaudillado por un fugado de la Justicia que tiene la pretensión de representar –artificio- la legitimidad política catalana. La falta de neutralidad de la Presidencia del Parlament remite a otro ejercicio de maquinación partidista independentista. Cosa que se evidencia con la substitución o expulsión –aparece también el enredo- de la Mesa de un miembro de Junts que no estaba dispuesto a desobedecer así como así la legalidad vigente. El enredo independentista de nunca acabar se prolonga en el tiempo con la elección del President de la Generalitat de Cataluña y su Govern: ERC pacta con la CUP para presionar o rebajar  el precio de un hipotético acuerdo con Junts al tiempo que Junts le dice a ERC que si quiere gobernar con la CUP lo haga, porque Junts no pondrá ningún inconveniente cuando lo cierto es que no hace otra cosa –de tapadillo: que nadie piense que quieren la repetición electoral- que poner trabas a un gobierno de ERC y la CUP. ¿Qué busca Junts fuera del Govern? Ser el árbitro que controla el cronómetro de la legislatura.

Como no podía ser de otra manera en un tinglado, los cargos y el peculio tienen su peso en euros. Todos quieren aquellas consejerías de las cuales –ahora que las cosas mejorarán con la vacuna y habrá que administrar los fondos europeos- obtener provecho político, mediático e ideológico. A ello, sumen los codazos por dirigir TV3 y Catalunya Ràdio. ¿Por qué será?  El Tinglado Nacional de Cataluña.

(ABC, 9/4/2021)

Cordones

Una de las características más relevantes del independentismo catalán –estamos hablando de política- es su capacidad innata para construir los denominados cordones sanitarios. Ahí tienen ustedes la gran muralla catalana levantada –un auténtico escudo protector antidemocrático- frente a la lealtad institucional y la legalidad democrática y constitucional. El golpe a la democracia del año 2017 no es sino el resultado del cordón sanitario implementado a lo largo de unas cuantas décadas.

Durante la sesión de investidura de Pere Aragonès, el independentismo catalán y sus monaguillos sobrevenidos erigieron un nuevo cordón sanitario. Contra Vox, en esta ocasión. Hay libertad para hacerlo. Incluso, existe libertad para montar un cordón sanitario contra un independentismo catalán que ha hecho todos los méritos y más para ello. ¿Alguien se atreve? En cualquier caso, el gran beneficiado del cordón sanitario es Vox y el gran perjudicado el parlamentarismo. El cordón sanitario favorece a Vox, porque el consenso independentista y “progre” contra la formación de Ignacio Garriga le permitirá recolectar nuevos simpatizantes y electores. Vox se convertirá en un polo de atracción de quienes sienten alergia por los independentistas y los comunes. Cosa que puede ocurrir también con los desengañados del socialismo catalán. Puestos a decir, no sería extraño que algunos votantes de Ciudadanos y el PP llegarán  a la conclusión de que Vox es el voto útil contra el independentismo. Finalmente, hay que añadir  que el cordón sanitario va contra el parlamentarismo, uno de los elementos fundamentales de la política y la democracia. ¿Qué hace –o se hace en- el Parlamento? De Perogrullo: parlamentar. O sea, conversar con el adversario para ajustar contratos y zanjar diferencias. ¿Se puede obviar a parte de la ciudadanía –aunque, no guste su representación legal, legítima y democrática- en el acto de parlamentar? Vale decir que, históricamente hablando, el parlamentarismo es una conquista frente al absolutismo.

(ABC, 3/4/2021)  

Satélite

La Generalitat se empeña en poner en órbita el primer satélite catalán. Las razones que se aducen: conectividad, ciberseguridad, identidad digital, crecimiento económico y generación de empleo. ¿Hay alguien ahí que crea que el satélite catalán obedece únicamente a eso? Como no podía ser de otra manera, el satélite catalán es más que un satélite. Para empezar, estamos ante una operación propagandística en toda regla cuyo objetivo es mostrar que existe una Cataluña emergente capaz de competir –como hace cualquier Estado- en la carrera espacial. Aunque, sea en la segunda división. Por ello, se ha redactado ya el anteproyecto de la Agencia Espacial de Cataluña definida como una “entidad de referencia para los agentes públicos y privados en todo lo relacionado con el sector espacial del país”. El nacionalismo continúa jugando a ser Estado. Para ello, necesita una Agencia Espacial propia –en la Cataluña nacionalista todo es propio- que le permita independizarse -¡somos una nación!- del Programa Espacial de España.

Si tenemos en cuenta que el impulsor de la carrera espacial catalana es Jordi Puigneró -consejero de Políticas Digitales-, cabe concluir que aquí hay independencia encerrada.  A saber, la República Digital Catalana que el propio consejero promocionó durante la campaña a las autonómicas de 2017. Idea que tomó cuerpo en el programa de JpCat:  “voluntariado digital organizado para hacer República”, “constitución de la primera república nativa digital”, “propuesta innovadora de la República Digital del siglo XXI” y “proyecto de Estado Digital”. Una República que ustedes encontrarán en el libro de Jordi Puigneró titulado “El 5è poder. La República digital a les teves mans” (2020).  El prólogo es de Toomas Hendrik Ilves, expresidente de ese paraíso digital que es Estonia, y el epílogo es de un Carles Puigdemont que defiende “una Cataluña digital en forma de república”. El satélite –nanosatélite- inaugura el proceso digital de deslealtad institucional en Cataluña. Suma y sigue.

(ABC, 26/3/2021)

Augurios

Malos augurios en Cataluña. En el mejor de los casos, todo seguirá igual. El efecto Illa se ha diluido, ERC se pliega a los deseos de Junts por falta de coraje y miedo a la repetición electoral, y Carles Puigdemont y Laura Borràs siguen encerrados en su particular castillo de Cardona -último bastión de 1714- desde donde lanzan la tradicional soflama independentista. Conviene insistir: la puerta del castillo independentista está protegida por los maulets -partisanos austracistas en la Guerra de Sucesión- de ERC con Pere Aragonès al frente.

Malos augurios, porque la presidencia de la Mesa del Parlament –Laura Borràs, de Junts: Presidenta de parte que solo representa al secesionismo- no anuncia nada nuevo ni bueno. Lo contrario es cierto. Lo de siempre: que si la represión del Estado, que si la falta de normalidad democrática, que si los presos políticos y los exiliados, que si el Parlament es soberano, que si el mandato del 14-F, que si la injerencia de la Justicia, que si avanzar en el camino de la independencia. Mucha retórica, ciertamente. Concretando: ¿qué puede ocurrir durante los primeros meses de la presente legislatura? Si tenemos en cuenta que Junts juega fuerte –esa es su baza para recuperar la hegemonía independentista perdida- y que Laura Borràs puede ser finalmente imputada por los delitos de falsedad documental, fraude administrativo, prevaricación y malversación de caudales públicos; si tenemos en cuenta eso, no sería de extrañar que la presidencia del Parlament, a la manera de Carme Forcadell, forzara la deslealtad y la desobediencia abriendo el camino del referéndum ilegal. Camino que se vería cortado por la inhabilitación de Laura Borràs. Otro choque con el Estado, eso es lo que buscan desesperadamente. Y vuelta al victimismo, la judicialización de la política, la represión del Estado, la crispación del ambiente y la movilización callejera. Una puerta abierta a nuevas elecciones. O lo que es lo mismo, la puerta de la gestión sigue cerrada. Otra legislación perdida.

(ABC, 19/3/2021)  

Teatrillo

Sabemos que a ERC no le interesa la repetición electoral de la cual sacarían provecho el PSC, Junts y Vox. Sabemos que algún tipo de acuerdo de izquierdas –un tripartito o un bipartito apoyado desde el exterior- entre ERC, Comunes y PSC sería posible, pero resulta improbable porque a  ERC le falta valentía para ello. Sabemos que un gobierno entre ERC, Junts y la CUP es también posible, pero ERC sospecha que ese tripartito equivaldría a repetir –aumentado- el caos del desgobierno actual. ¿Alguien se atreve a conceder el papel de árbitro a una CUP que –exigencias aparte-  suele mandar al basurero de la Historia a quien no comulga con sus imposiciones? Sabemos que ERC, Junts y la CUP esperan el error del otro para no pactar o pactar en mejores condiciones. ¿Colocar a la CUP en el centro del sistema –de la balanza- con la colaboración de Junts? Diríase que ERC aguarda algún “accidente” político de la CUP –también, de Junts- para justificar -¡ni soy un traidor ni he roto la unidad y estrategia de los partidos independentistas!- el no a un partido que podría ser la perdición de los republicanos. ¿Ese accidente –de darse- justificaría un pacto con los Comunes y quizá con los socialistas? ¿ERC coquetea con la CUP para rebajar el precio de un acuerdo bilateral con Junts? ¿La política del cambio de Pere Aragonès se puede implementar con Junts o la CUP? ¿Pere Aragonès se emancipará de Oriol Junqueras y decidirá por cuenta propia? ¿Habrá efecto Puigdemont?

Una cuestión clave: cuando ERC, Junts y la CUP dicen lo que dicen, ¿van de frente? ¿Qué pasará con la dichosa autodeterminación e independencia que nunca falta en los discursos de los tres mosqueteros independentistas? ¿De qué estará hablando Pere Aragonès –que no se le olvide a nadie: en tiempos de pandemia y crisis múltiple- cuando dice que “no podemos perder tiempo, tenemos que llegar a un acuerdo para reconstruir el país y revertir la represión. Para conseguir la amnistía y avanzar hacia la autodeterminación”? Mucho teatrillo.    

(ABC, 12/3/2021)

Parasitosis

La parasitología –la ciencia que estudia los parásitos que se nutren de la sustancia que encuentran en los organismos en donde consiguen instalarse- puede ser un buen instrumento para analizar el “proceso”. Una primera aproximación al asunto permite concluir que el “proceso” ha sido un excelente negocio para una serie de colaboradores –contratados o subcontratados, beneficiarios directos o indirectos, voluntarios u oportunistas- entre los cuales se encuentran –entre otros- funcionarios afines, empresarios de la comunicación, organizadores de eventos, instituciones de la sociedad civil, fundaciones, editoriales, discográficas, sindicatos, patronales, entidades deportivas y recreativas, asociaciones de vecinos, universidades, colegios profesionales, intelectuales, publicistas, músicos, cantantes, escritores, poetas, comunicadores, artistas, actores, actrices, deportistas, informadores, columnistas, comentaristas, abogados, profesores, comerciantes, restauradores, vendedores de bocadillos y refrescos, pasteleros y diseñadores.   

El nacionalismo catalán como negocio y el “proceso” como mercancía de consumo y agencia de colocación han dado –no es una broma- grandes beneficios –rentabilidad, empleo y sueldos- a quienes han participado en la comercialización de un producto que, por decirlo a la manera del  economista y sociólogo Thorstein B. Veblen, puede catalogarse como “consumo ostensible” de carácter “derrochador” que proporciona “estima” y “reputación” a quienes han participado en el asunto. Finalmente, lo realmente ostensible del “proceso” –poca estima y poca reputación- ha sido la fractura social, la fuga de empresas e inversores, el desprestigio de las instituciones  catalanas, y un futuro incierto –absolutamente hipotecado- para Cataluña y sus ciudadanos. Al respecto, bien puede decirse, valiéndose de los conocimientos y aportaciones de la parasitología a la que se aludió al inicio de estas líneas, que el “proceso” ha conseguido que Cataluña esté afectada por la parasitosis.  

(ABC, 5/3/2021)

Almanaques

Quizá no sea una casualidad que las dos publicaciones periódicas más antiguas que se editan de forma continuada en Cataluña sean el Calendari dels Pagesos y el Calendari de l´Ermità. El primero, data del año 1861. El segundo, del año 1875. Ahí es nada: 160 años y 145 años les observan. Por si fuera poco –hay mercado-, a ambos cuadernos les ha salido la competencia: la Agenda del Pagès (1985) y el Almanac del cordill (2002). Vale decir que algunos de estos almanaques –precio módico- llegan a los cincuenta mil ejemplares de tirada anual. El contenido: agricultura, astronomía, referencias religiosas tradicionales o gastronomía. En definitiva, los calendarios y almanaques catalanes –recogiendo la tradición española de los Almanaques y Pronósticos del XVIII y XIX- se centran fundamentalmente en la tierra y el cielo. Y el caso es que esa fragancia terrenal y celeste que exhalan los calendarios y almanaques citados, se ajusta, en buena manera y por partida triple, con la realidad catalana de nuestros días. Por un lado, con la conocida como Cataluña catalana. Por otro lado, con la Cataluña metropolitana que ha convertido la naturaleza en una suerte de diosa a la que hay que adorar por decreto. Finalmente, con la renacida Cataluña naíf.  

La Cataluña catalana –esto es, el nacionalismo telúrico- que considera la tierra como alma y espíritu de la Patria: del “saturado de amor a la tierra” de la Renaixença a “nuestra tierra” de Carles Puigdemont pasando por “una tierra que es nuestra tierra” de Jordi Pujol. La Cataluña metropolitana que transfigura la ecología en religión –los huertos urbanos como templos- y hace de la tierra y el desarrollo sostenible una fuente de espiritualidad. La Cataluña naíf que transforma calendarios y almanaques en objetos artísticos, expresión de la naturalidad e ingenuidad, que cuelgan -no es una broma- de la pared de la cocina a modo de sedante o estimulante. Un caso digno de estudio. En cualquier caso, el almanaque es un registro para consultar todos los días del año. 

(ABC, 26/2/2021)

Cábalas

Cábalas y más cábalas. ¿Quién gobernará en Cataluña? Todo es posible: un gobierno independentista con o sin el concurso de la CUP; un tripartito socioindependentista de izquierdas que el PSC justificaría con la necesaria transversalidad que requiere la solución del conflicto catalán y la urgencia de neutralizar el radicalismo de Junts;  un bipartito de ERC y Comunes –el independentismo tranquilo, dicen- con el apoyo externo del PSC que garantice –tú me das y yo te doy- la estabilidad del PSOE en el Congreso de los Diputados; un gobierno en solitario de ERC con apoyos puntuales de los socialistas y los comunes; una paralización que conduzca a una repetición que clarifique la situación electoral, pero que no pretende sino concentrar –eso busca Junts- el voto útil independentista. Preguntas: ¿qué influencia tendrá el sector sindicalista de ERC que prefiere un tripartito de izquierdas sin el lastre de Junts? ¿ERC pactará con Junts a pesar de sus exigencias y con la CUP conociendo como las gasta? ¿ERC pactará con el PSOE sabiendo que fortalecerá a Junts? ¿ERC estará dispuesto a cambiar un gobierno de izquierdas por el indulto de los políticos presos y los fondos europeos? ¿Una  alianza táctica –todo es posible, decía- de ERC con Junts, diseñada para ser rota en un uno o dos años –lo intentamos, pero es imposible gobernar con Junts-, que daría lugar a un bipartito o tripartito de izquierdas? Puigdemont y Junqueras, ¿quién tiene la sombra más alargada?

Más allá de las cábalas están unos ciudadanos preocupados –convivencia, gestión pública, salud, educación, trabajo, economía- por la política de las cosas. Ciudadanos que desconfían de quienes diseñan programas y proyectos en vano. Ciudadanos que exigen algo tan razonable como el buen gobierno –el menos malo posible- que escasea en Cataluña. Ciudadanos inquietos por una democracia que cojea por culpa de un nacionalismo que mantiene malas relaciones con la legalidad democrática y la división de poderes. Menos nación y más gestión.

(ABC, 19/2/2021)

Incógnitas

Elecciones cargadas de incógnitas. Empate técnico entre PSC, ERCy Junts,  auguran las encuestas. ¿Los bloques continuarán tan firmes como hasta ahora o habrá trasvase de votos? ¿Qué abstención? ¿Volverá la abstención diferencial que distingue entre elecciones autonómicas y generales? ¿A los abstencionistas de vocación se unirán los abstencionistas hartos de la ficción nacionalista que no cesa? En las circunstancias actuales, ¿qué  mercado tiene el programa/promesa de la autodeterminación o la DUI?  ¿De dónde procede mayoritariamente –comarcas o área metropolitana- el voto por correo? ¿Qué sorpresa deparará la ley d´Hondt? Las urnas, ¿a quién culparán de la mala gestión de la pandemia? ¿Los electores tendrán en cuenta la postración económica y la fractura social propiciada por el independentismo y el “proceso”? ¿El voto del silencio irá a la urna? ¿Primará el eje secesionismo versus constitucionalismo o el eje derecha versus izquierda? Si el voto útil constitucionalista parece decantarse en favor del PSC, ¿hacia dónde –ERC o Junts- lo hará el voto útil secesionista? ¿Hasta qué punto el PDeCAT dañará a Junts? ¿Dónde aterrizarán los escaños que, previsiblemente, perderá Ciudadanos? Si el PP –que tiene voto frontera a derecha, centro o izquierda moderada- pierde el empuje, ¿quién se aprovechará de ello? ¿Los comunes resistirán o perderán votos hacia PSC o ERC? ¿Se acabó el llamado efecto Illa? ¿Habrá un efecto políticos presos? ¿El electorado votará a un candidato imputado? ¿Cómo se resolverá, electoralmente hablando, el tête-a-tête –moderado- entre ERC y PSC? La hipótesis de un tripartito, ¿a quién perjudica y beficia? ¿Hasta qué  punto –mucho postureo- el acuerdo independentista de no pactar con el PSC movilizará el voto socialista? El acuerdo, ¿librará a ERC de la etiqueta de “traidor” y movilizará al electorado independentista? ¿Habrá electores que se decidan por un partido bisagra pensando en el día después? ¿Cuál puede ser el impacto electoral de un “proceso” ya colapsado? 

(ABC, 12/2/2021)

Incertidumbre

La campaña de las elecciones autonómicas en Cataluña nos remite a la incertidumbre. El ambiente de cansancio del “proceso”, ¿puede alimentar la abstención? ¿Una abstención en comarcas que perjudicaría al independentismo? ¿Una abstención en el área metropolitana que perjudicaría al constitucionalismo? Si tenemos en cuenta que la baja participación puede favorecer a los pequeños, ¿PDeCAT será capaz de agenciarse votos de la exconvergencia en detrimento de Junts? La irrupción de Vox en el panorama electoral catalán, ¿a quién perjudicará más? ¿De dónde obtendrán los votos Ciudadanos y el PP?    

El llamado efecto Illa, ¿rejuvenecerá un voto socialista hasta ayer envejecido? ¿Servirá para que el PSC recupere el voto perdido que en 2017 apostó mayoritariamente por la abstención, Ciudadanos o los comunes? El PSC ¿atraerá votos del catalanismo ex convergente –incluso, de la ERC moderada- con lo que lograría penetrar en el bloque adversario y así propiciar el deseado cambio en la correlación de fuerzas? Las críticas a derecha e izquierda que recibe Salvador Illa, ¿le beneficiarán al situarle en el centro político? Pedro Sánchez, ¿recurrirá al indulto de los políticos presos para mejorar el cartel de Salvador Illa?

La creciente polarización entre Junts y ERC –está en juego quién es el opositor útil al PSC- parece decantarse hacia Junts. ¿Existe el efecto neutralizador Junqueras o mesa de diálogo? ¿Asistimos a una polarización de facto entre Junts y el PSC que concentrarían el voto independentista y constitucionalista respectivamente? Detalle a tener en cuenta: la idea del tripartito ERC, PSC y comunes estaría desviando votos de ERC hacia Junts. ¿A quién beneficiará el engaño de Laura Borràs –la promesa de una DUI- que ni “ella misma se lo cree”? Si ERC continúa radicalizando el discurso –la versión republicana del engaño de Laura Borràs-, ¿le beneficiará o le perjudicará? El hecho de que el independentismo no proponga una hoja de ruta, ¿cómo será percibido por sus votantes? Incertidumbre.

(ABC, 5/2/2021)

Conmovedor

Conmueve el interés que manifiestan los partidos independentistas por la salud de los catalanes. Por eso, “dejaron sin efecto” la celebración de las autonómicas que debían celebrarse el 14 de febrero. Por eso, decidieron convocar las elecciones para el 30 de mayo “previo análisis de las circunstancias epidemiológicas y de la salud pública y de la evolución de la pandemia en el territorio de Cataluña, y con la deliberación previa del Govern”. Todo por la salud de la ciudadanía catalana. Y en eso que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) dice que no a semejante chapuza jurídica mediante la cual el Govern intenta anular lo que no puede y promete convocar las elecciones cuando le convenga.

Nadie debe sorprenderse por lo ocurrido. El nacionalismo catalán está tan acostumbrado a incumplir la ley que le ha tomado el gusto a la cosa. Pero, en año y medio la cosa ha cambiado. Después de la sentencia del Tribunal Supremo, después de la inhabilitación de Joaquim Torra; después de todo ello –así como lo que puede venir si Pedro Sánchez no se aferra al indulto para asegurar la mayoría en el Congreso-, gracias, las justas. Poca broma: está en juego la carrera política con el sueldo incluido. Por eso, el Govern obedecerá lo que diga el TSJC. Por supuesto: la culpa de la celebración de elecciones el 14 de febrero –con el peligro sanitario que ello implica- será del Estado represor empeñado en castigar a Cataluña y los catalanes con un 155 permanente. Que no. Que el miedo a perder las elecciones –sea el efecto Illa o sea el hartazgo de la población ante la jarana independentista- no cuenta. Miren si no cuenta que, cuando se convocaron las elecciones autonómicas el 21 de diciembre de 2020, el coeficiente Ro de reproducción era superior al actual. ¿Por qué en diciembre sí y en enero no? Porque, de repente, tuvieron consciencia de la gravedad de la pandemia. Cosa que también explicaría porque entonces no tomaron ninguna medida para favorecer el voto seguro del ciudadano. Conmovedor.

(ABC, 29/1/2021)

Trapisonda

Ustedes me perdonarán, pero lo más parecido al Govern de la Generalitat de Cataluña es La familia Trapisonda. Un cómic –antes, llamado tebeo-, creado por Francisco Ibáñez y editado por la factoría Bruguera, que empezó a publicarse en la revista Pulgarcito en 1958. Objetivo: reflejar las desventuras de una familia de clase media-baja. Los protagonistas: un obtuso y torpe padre de familia que tenía por costumbre rehuir su responsabilidad; una madre cuyo trabajo no era otro que el de criticar la inutilidad del esposo; un hijo con propensión al gamberrismo; un primo experimentado en artes marciales; una criada venida del pueblo que ahí estaba; y un perro especialista en dar la murga al padre de familia.  

Ustedes me perdonarán, pero ese sainete que ha sido el decreto 1/2021, que deja sin efecto la celebración de las elecciones al Parlament de Cataluña del 14 de febrero, “a causa de la crisis sanitaria derivada de la pandemia causada por la Covid-19”, podría ser un buen guion de La familia Trapisonda. El sainete escenificado en Cataluña reúne los requisitos de la historieta de Francisco Ibáñez: la torpeza del político que intenta colar en beneficio propio la suspensión de los comicios cuando no tiene competencias para ello; la malasombra de la compañía del político torpe que, pese a mostrarse favorable a la suspensión, arremete contra él también en beneficio propio; las artes marciales de algunos políticos y políticas que cargan la propia responsabilidad en las espaldas del Estado represor; y la murga de unos y otros –mejor: de unos contra otros- que se acusan mutuamente de desgaste político y oportunismo electoral. Vale decir que el título completo del cómic de Francisco Ibáñez es La familia Trapìsonda un grupito que es la monda. Por último, no hay que olvidar que Francisco Ibáñez -en el año 2013, cuando el “proceso” ya había empezado a andar- fue merecedor del Premio El Chupete al Mejor Comunicador con el Público Infantil. Personajes de cómic. Risibles. Aunque, nada inocentes.

(ABC, 22/1/2021)

ERC/PSC-PSOE

La campaña preelectoral de las autonómicas -¿dice usted elecciones?- en Cataluña consagra el solapamiento de la táctica y la estrategia en política. Esto es, el método para alcanzar el objetivo (la táctica) se confunde con el plan para conseguirlo (la estrategia). La vuelta a casa de Salvador Illa lo prueba.

El regreso de Salvador Illa admite muchas lecturas. Que si el PSC necesita cambiar la imagen, que si Miquel Iceta está amortizado, que si Salvador Illa es un político bien valorado en las encuestas capaz de recuperar el voto perdido socialista, que si Salvador Illa –político educado que rehúye la bronca- es la persona adecuada para propiciar el diálogo con el nacionalismo catalán, que si Salvador Illa es un moderado capaz de atraer –vertiente constitucionalista del personaje- votos de Ciudadanos y del Partido Popular e, incluso -vertiente progresista del personaje-, de los comunes, sin descartar a parte –vertiente catalanista del personaje- del electorado desencantado de la vieja Convergència. Probablemente, esas interpretaciones – y otras- sean ciertas. Pero, hay algo más. Y es aquí cuando sale el solapamiento de táctica y estrategia. ¿Qué buscaría el PSC-PSOE –estatutariamente la denominación del PSC es PSC-PSOE- con la incorporación de Salvador Illa como cabeza de lista de los socialistas catalanes? Laura Borràs tiene razón cuando habla de la sucursalización del PSC. En síntesis, el PSC aspira a ser la segunda fuerza electoral en Cataluña para, o bien formar un tripartito con ERC y los comunes, o bien –esa parece ser la opción preferida por los socialistas- apoyar desde fuera un gobierno bipartito ERC/comunes. Es decir, el PSC-PSOE sustenta el bipartito ERC/comunes y, a cambio, ERC apoya al PSOE en el Congreso. Una dependencia mutua. Táctica: pactar con ERC. Estrategia: pactar con ERC. Objetivo: mantener en el poder –una legislatura duradera- a Pedro Sánchez. Y si, por el camino, al PSC le cae algún regalo electoral, se recoge. Pero, la ayuda mutua con ERC seguirá.    

(ABC, 15/1/2021)

Puigdemont

Carles Puigdemont ya ha planificado su táctica y estrategia particular con el objetivo de recuperar la iniciativa y no desaparecer, literalmente hablando, del mapa de la política catalana. Los últimos pasos de Carles Puigdemont tienen una sola finalidad: conservar el poder personal.    

Si Junts no gana las próximas elecciones autonómicas, Carles Puigdemont se volatiliza. 1) Por eso, hace todo lo posible –la pandemia de la Covid- 19 como excusa- para retrasar las elecciones convocadas para el próximo 14 de febrero. Una manera –cree- de ganar tiempo para así reducir la distancia que separa a Junts de una ERC que los neoconvergentes descalifican a diario. 2) Por eso, intenta que el Parlamento Europeo, o bien rechace el suplicatorio para suspender su inmunidad como eurodiputado, o bien se pronuncie al respecto antes del 14 de febrero. Si no se acepta el suplicatorio, gana. Si conserva o pierde la inmunidad, también gana al presentarse ante el electorado como héroe o víctima. 3) Por eso –para cohesionar al fanatismo independentista, valga la redundancia- monta un teatro en el Parlamento Europeo –vacío: 7 diputados de 705- denunciando –así se hacen amigos- la pasividad de Europa ante “la represión más feroz que un Estado de la Unión Europea ha infligido a millones de ciudadanos”. 4) Por eso –para acentuar su presencia-, encabeza la lista electoral por la circunscripción de Barcelona con la promesa de “desbordar” el Estado: si Junts gana el triunfo será suyo y no de Laura Borràs, y si pierde la culpa será del Estado represor que limita sus libertades y movimientos. 5) Por eso –para asegurar el voto nacionalista más fanático que podría ir a la CUP y similares-, acepta que Laura Borràs sea la número dos de la candidatura de Junts.  6) Por eso –para recuperar perfil propio y así dar órdenes a sus conmilitones sin que nadie le haga sombra-, se propone dar vida a un  Consell per la República en estado vegetativo. Y colorín colorado este cuento probablemente se acabe en el mes de febrero.

(ABC, 8/1/2021)